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Rape-Axe, un instrumento medieval para detener las violaciones
En palabras de su creadora, la doctora Sonnet Ehlers, Rape-Axe (en inglés, “hacha de violación”) es “un instrumento medieval para defenderse de un acto medieval”. Este peculiar dispositivo anti violación, inventado en Sudáfrica, consiste en un condón femenino provisto de dientes que se inserta de modo similar al de un tampón. Cuando se produce la penetración los dientes de su parte interior se clavan en el pene del agresor, de manera que el dolor le incapacita temporalmente y permite a la víctima huir. El daño que produce en el pene no es permanente, pero una vez puesto no es posible quitarlo sin asistencia médica. El agresor, incapaz de orinar e incluso de caminar normalmente, se ve obligado a acudir al médico y de esta forma su identificación es inevitable.
Rape-Axe fue patentado en 2005 y se popularizó en 2010, cuando se repartieron 30.000 unidades coincidiendo con el Mundial de Fútbol. Se diseñaron varios planes para su comercialización, pero a día de hoy aún no está disponible para el público general… probablemente debido a la controversia que ha generado. Y es que los detractores de Rape-Axe han sido muy claros a la hora de manifestar sus objeciones:
- Rape-Axe deposita en la mujer la responsabilidad de defenderse de la violación, en lugar de analizar sus causas para prevenir que se produzcan más agresiones. Es decir, no solo no soluciona el problema sino que además culpabiliza a la víctima.
- Se centra de manera exclusiva en la penetración vaginal, sin reparar en otras formas de violencia sexual (incluyendo la penetración oral o anal). Además, solo actúa cuando la penetración ya ha ocurrido, es decir, que no evita la violación sino que se limita a acortar su duración.
- Plantea problemas de seguridad, ya que se corre el peligro de que la víctima no consiga escapar a tiempo y el agresor, enfurecido por no poder llevar a cabo su propósito, le provoque lesiones graves e incluso la muerte.
- Además, al haber encontrado un gran eco en los medios de comunicación, el factor sorpresa se pierde y los agresores pueden diseñar estrategias para evitarlo.
Pero Rape-Axe no pretende ser una solución mundial al problema de las violaciones, ni está concebido para comercializarse en países como el nuestro. Surge en Sudáfrica, el Estado con mayor ratio de violaciones del mundo según la ONU. En un estudio publicado en 2009, un 28% de los hombres sudafricanos admiten haber cometido al menos una violación. Para muchos, se trata de una experiencia de grupo, un ritual “de hombres” compartido con los amigos. Creencias extendidas como que la violación puede curar el SIDA o convertir a una lesbiana en heterosexual no ayudan precisamente a erradicar el problema.
En una situación así, los defensores de Rape-Axe sostienen que es urgente tomar medidas contra las violaciones, ya que sencillamente no hay tiempo para esperar a que las actitudes en torno a la violencia sexual cambien antes de atajar el problema. Ante la acusación de que puede llevar al agresor a actuar de manera violenta, su creadora sostiene que los agresores ya son violentos sin necesidad de que la víctima les provoque y que, por desgracia, muchas víctimas de violación son asesinadas aunque no hayan tratado de defenderse. Así, Rape-Axe cumple una doble función: el miedo verse literalmente “atrapado” puede hacer que el agresor se lo piense dos veces antes de actuar y, en caso de que lo peor ocurra, facilita que acabe pagando por su crimen.
No cabe duda de que Rape-Axe no es una herramienta eficaz para prevenir las violaciones, pero lo que sí puede hacer es dejar claramente identificado al verdadero culpable: el violador. El mensaje no podría estar más claro.
¿Qué opinas de Rape-Axe? ¿Te parece una solución acertada?