Monthly Archives: abril 2014

El acoso sexual en la cultura friki (primera parte)

Traducimos aquí el artículo “Ending Sexual Harassment in Geek Culture”, del bloguero Dr. NerdLove. Me apresuro a decir que no estoy de acuerdo con todo el contenido del mismo, especialmente con ciertas frases del final (muy en la línea de “si acosas no eres un hombre de verdad”) y con todo el tono de caballero blanco salvador que impregna las conclusiones (y del cual el propio autor parece ser consciente). Sin embargo, hemos considerado necesario traducirlo porque habla de un problema, el acoso sexual en la subcultura friki, mucho más difundido de lo que parece.

Por su extensión, dividiremos la traducción en dos partes. La segunda se publicará el martes que viene.

 

Quiero haceros una pregunta rápida:

¿Cuál de éstas piensas que es una reacción apropiada a la crítica de una obra de arte que te gusta?

a)     Una discusión sobre las diferencias en los estilos y el efecto que buscaba el artista con un ojo puesto en la viabilidad comercial del producto, las exageraciones formales congruentes con la imagen dinámica y las diferencias entre el fotorrealismo y el ideal heroico.

b)     Ignorar la crítica porque no estás de acuerdo e ir a vivir tu vida.

c)     Inundar el email y la página de Facebook de la mujer que hizo la crítica con “¡No puedes olvidarte de nosotros! ¡Somos infinitos! ¡No eres más que una zorra bocazas y vamos a enseñarte la única cosa para la que vales!”

 

Si respondiste algo distinto a (c)… bien, eres un ser humano equilibrado.

Porque, afrontémoslo: ¿qué clase de engendro de la naturaleza tienes que ser para pensar que la respuesta apropiada para alguien (quien sea) que esté en desacuerdo contigo sobre Wonder Girl es amenazar con violarla? En el reino de las sobrerreacciones absurdas, ¿hay alguna locura mayor que alguien decidiendo que la única respuesta posible a la opinión de alguien sobre Mass Effect o Altair o Viuda Negra o The Dark Knight Rises o lo que sea es prometerle que vas a dar con ella y violarla con un palo? Quiero decir que es de locos, nivel llevar los pantalones en la cabeza y embadurnar las paredes de mierda.

Y además, para muchas de mis amigas (para cada mujer que conozco que es activa en la cultura friki, de hecho) esto no es un experimento mental abstracto. Es su vida diaria. Son inundadas con amenazas anónimas que les prometen violaciones y cosas peores, porque algún tío aleatorio ha decidido que deben sufrir por el crimen de ser una mujer con una opinión online… y ellos saben cómo es tu cara y dónde vives.

Y a nadie parece importarle. Porque ésta es la nueva normalidad. Esto es lo que, aparentemente, se acepta ahora en la cultura friki.

Sí, ésta es otra columna sobre Frikis Portándose Mal. Si piensas que estás cansado de leerlas, imagina lo cansado que estoy yo de escribirlas.

Así que vamos a hablar sobre ello, ¿vale?

 

Janelle Asselin y la controversia de la crítica de cómic

La historia empieza, como muchas, con algo inocuo. En este caso empieza con una crítica. Janelle Asselin, una veterana del mundillo del cómic, escribió un análisis profundo e increíblemente detallado de por qué la portada del relanzamiento de Jóvenes Titanes era repugnante.

 

“Oh, ¿podrías lanzar un avión de papel ahí? Necesitamos un poco de relleno para poder decir que no salen solamente Stripper Girl y Chico Ceñudo.”

 

Y seamos justos: es un desastre a muchos niveles. No hay dinamismo en la imagen, ni ninguna indicación de que esos personajes estén interactuando en ningún nivel. El personaje más reconocible, Robin, está relegado por tamaño al cuarto términomientras, no sé, ¿se come una chocolatina o algo así? A la vez, apenas hay lugar para el título y todos esos pequeños detalles, aleatorios y descontextualizados (como un helicóptero de combate y un extraño avioncito de papel) que sólo sirven para embrollarlo todo sin aportar nada a la historia, la personalidad de los personajes o realmente nada que pudiera hacer que quisieras, ya sabes, comprar el cómic.

Pero seamos honestos: lo sustancial de la crítica se centra en Wonder Girl. Concretamente en sus tetas. Hay otros problemas anatómicos, pero sus tetas son el más grande porque son notablemente falsas. Como si fueran de silicona. Los pechos sin aumentar no se comportan de esa forma, especialmente sin el apoyo de un buen push-up. Y, por supuesto, la portada entera (y la mayor parte de la crítica) se centra en ellas. Las tetas de una chica que tiene, según el canon, entre 16 y 17 años.

Debería mencionar que Asselin es una veterana de la industria del cómic. Fue editora y editora asociada de una amplia variedad de títulos de DC, incluyendo Batman, Batwoman, Detective Comics, The Savage Hawkman, Birds of Prey, Robin y Gotham City Sirens, una colaboradora frecuente en Comic Book Resources y Comics Alliance, la editora de fin de semana en The Mary Sue y una investigadora académica especializada en cómics. Es decir: su trabajo era precisamente saber qué hace y qué no hace buena a una portada.

Es una crítica dura pero no terriblemente hiriente. Quiero decir, joder, yo tuve que aguantar críticas mucho más duras de mis profesores durante el breve tiempo en que estudié arte. Para ser justos, llevo algo de tiempo sin ser profesional del cómic, pero no es como si Asselin le hubiera dicho al tipo que debería cortarse los dedos con unas cizallas en vez de llamarse artista.

Naturalmente, se mantuvo la compostura. A pesar de que mucha gente pudo no estar de acuerdo con su valoración, todo el mundo coincidía en que aquello era un análisis válido y profesional de algunos defectos notables en la imagen en el marco de una discusión civilizada.

No, me estoy cachondeando de vosotros. La gente se volvió loca. Porque si hay algo que necesita defensa es una portada de mierda.

Profesionales del cómic como Breth Booth y sus fans se quejaron de que aquello era una calumnia porque Asselin no se mostraba adecuadamente reverente y ello implicaba que no era una profesional del cómic de verdad

 

       @Demonpuppy @gimpnelly Simplemente es despectivo e irrespetuoso para los creadores que alimentan nuestro hobby. #Casito” (RyanJoseph, @RyanAJoseph, 11 de abril de 2014)

 

…mientras que otros preferían directamente minimizar sus logros porque tiene vagina:

 

       “@Gimpnelly Entonces, ¿hace cuántas décadas trabajaste en DC? ¿Eras la que servía los cafés?” (Sean, @SeanRtchfld, 13 de abril de 2014)

 

Pero, en lo que se ha convertido en el comportamiento de rigor para hablar con mujeres que se atreven a tener opiniones sobre cosas frikis, algunos defensores del mal gusto con iniciativa decidieron que había que hacer algo de investigación. Así, encontraron que Asselin estaba también haciendo una encuesta sobre el acoso sexual en el mundo del cómic. Naturalmente, esto significaba que Asselin, como feminista, tenía el objetivo de destruir los cómics porque eso es lo que hacen las feministas: quitarte tu derecho divino a ver tetas y culos porque que te jodan, polla con patas, ahí tienes el porqué. Y por supuesto, se le llamó feminazi, puta feminista, zorra y otros apelativos adorables, y fue acusada de tener fines oscuros porque, por supuesto, una encuesta académica sobre las experiencias de la gente en la industria del cómic debe tener un móvil ideológico.

Y entonces empezaron las amenazas de violación. Después de que estos infraseres descubrieran la encuesta, decidieron que lo mejor que podían hacer era sesgar los resultados, especialmente porque así podían usar el cuadro de diálogo del final para decirle que iban a follársela hasta que sangrara.

Porque no le gustaba una portada de cómic.

Pero qué es esta mierda.

Y, sin embargo, aquí está el meollo: esto no va de si Asselin está legítimamente asustada por su seguridad personal (ya que no ignora que se trataba de amenazas de personas que sabían qué aspecto tiene, dónde trabaja y dónde vive) o de si las amenazas son creíbles. Esto va del hecho de que es algo común que las mujeres reciban tantas amenazas que dejen de molestarles.

 

       “No quiero mitificar la fuerza en función de la disfunción. No es algo bueno que las amenazas de violación me molesten menos ahora. Es una mierda.” (Laura Hudson, @laura_hudson, 15 de abril de 2014).

 

       “Quieres pensar que son todos idiotas adolecentes y todo el mundo te dirá que lo ignores. La parte que da miedo es cuando deja de molestarte” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014).

 

Quiero reiterar que todo esto apesta: mujeres recibiendo tantas amenazas anónimas de violencia sexual que simplemente se convierten en algo normal para ellas.

Esto es en lo que estamos dejando que se convierta nuestra cultura, gente.

Consejos y bulos sobre violación

En este proyecto no solemos patrocinar consejos antiviolación. La razón es sencilla: no valen para nada más que para culpabilizar a la víctima y cargar sobre sus hombros una responsabilidad excesiva. Dado que parten de premisas erróneas (como que el violador es normalmente un extraño) no sirven para prevenir. Sin embargo, permiten a la sociedad exculparse cuando sucede una violación: la culpa es de la víctima, que no siguió los consejos.

El otro día nos llegó esta lista de consejos, que lleva circulando por Internet un mínimo de 6 años. Cumple todos los requisitos de un bulo: se replica en numerosas páginas sin variar un ápice su contenido y sin citar fuente. Es cierto, la mayoría de sitios consultados atribuyen la lista a la Policía federal argentina, pero sin ninguna fiabilidad. No hemos encontrado ninguna página web del Estado argentino donde se pueda comprobar este supuesto origen oficial.

Traemos a colación este bulo porque es el paradigma de los consejos inútiles sobre violación. Compartir esa lista no hace ningún bien ni ayuda a desmontar la cultura de la violación: antes al contrario, la refuerza. De entre todas las cosas que están mal ahí, estas cinco son las más relevantes:

1.- Supuesta fuente oficial. Ya hemos dicho que no hay ninguna prueba de que ningún organismo oficial del Estado argentino haya emitido esta lista de consejos. Más aún: en algunos casos aparece firmada por el subcomisario Luis Augusto Weckesser. Basta hacer una búsqueda rápida en Internet para darse cuenta de que este Weckesser es periodista, que se atribuye títulos como “embajador del Vaticano en Argentina contra adicciones y delitos” y que se ha hecho famoso por afirmar que la droga es la tercera guerra mundial. No parece una persona muy capacitada para hablar de agresiones sexuales.

2.- Supuesto argumento de autoridad. La lista de consejos empieza afirmando que es el resultado de una serie de entrevistas que se le hicieron a 750 violadores. Nadie dice quién hizo el estudio, cómo ni cuándo, ni aporta ninguna referencia que permita localizarlo. Si ese estudio existiera tampoco creo que mereciera la pena utilizarlo, ya que sería bastante ofensivo basar una política de prevención en pedir a las mujeres que actúen de forma que sus agresores se fijen en otra posible víctima, pero es que no existe. Y eso explica el punto siguiente.

3.- Completa desconexión de la realidad. La realidad, como demuestran unánimemente todos los estudios hechos hasta la fecha, es que sólo una minoría de agresiones sexuales tiene lugar por parte de desconocidos. Y estos consejos parten precisamente de la idea contraria: parecen concebir un violador que espera en la calle a que pase una mujer con pelo largo y falda, sin paraguas, a unas horas determinadas y en unos lugares determinados. Cuando se cumplen todas las condiciones ataca. Y ello no es así en absoluto. La triste realidad es que los agresores sexuales son hombres normales que violan a quienes tienen cerca por razones personales, no locos que aguardan en la calle. ¿De qué le valen estos consejos a la mujer que es agredida por un conocido con el cual no quiere mantener relaciones sexuales, o a la niña de la que abusa su padre, o a la mujer no heterosexual que recibe una “violación correctiva”?

4.- Instrumento para reprimir a la víctima. Los nueve primeros consejos inciden sobre muchos aspectos de la vida de la víctima: su estilismo, las horas a las que pasa por la calle, los lugares por los que transita, la capacidad de atención y la rapidez en la respuesta. Si una mujer que ha leído estos consejos es violada por un desconocido, tiene muchas vías para culpabilizarse: “esto no habría pasado si me hubiera cortado el pelo”, “si no me hubiera quedado de fiesta hasta la madrugada”, “si hubiera ido más atenta”, “si hubiera luchado o gritado”. La culpa nunca es del agresor, sino de la víctima, que se negó a cercenar su libertad.

5.- Difusión. El décimo consejo es una llamada a la difusión mediante la apelación emocional: la lista debe enviarse acríticamente a todas partes (y así se ha hecho) porque “son cosas simples, pero pueden evitar traumas”. Menuda forma de calmar conciencias. He reenviado una lista a todos mis contactos, ya he cumplido para siempre. Nada de revisar mis acciones y creencias, aprender un poco sobre género o entender que la violación no es un problema individual. Basta con difundir basura culpabilizadora.

 

En la lucha contra las agresiones sexuales hay que tener cuidado. Es necesario saber muy bien lo que uno hace o puede causar más daño que otra cosa. Yo no dudo de que quien inventó el bulo lo haya hecho con buena intención, aunque sí es cierto que las referencias a la Policía y al supuesto estudio me hacen desconfiar, pero el hecho es que el resultado no podría ser más lamentable.

Agatha Christie y la cultura de la violación

némesis agatha cristie

Fuente: todocoleccion.net

 

La cultura de la violación es pegajosa. Uno está leyendo tranquilamente y de repente se encuentra una afirmación, un chiste o una mentira acerca de las mujeres que han sufrido este delito. Pero aparte de torcer el gesto, ¿qué vas a hacer? Seguir leyendo, claro. Al fin y al cabo, si no está ahí estará en otro sitio.

El último lugar donde he tenido que leer basura reforzadora de la cultura de la violación es en la novela Némesis, de Agatha Christie. En este libro, miss Marple recibe un curioso encargo: le será otorgado un legado de 20.000 libras si logra esclarecer un crimen. El autor de la propuesta, un hombre muerto, no le da más información, pero sí le manda pistas y aliados. Según avanza la novela se va descubriendo que la tarea de miss Marple debe ser exculpar a un hombre injustamente condenado por asesinato: en el ánimo del juez pesó que ya tuviera penas anteriores por asalto y violación.

Precisamente al hilo de esto, uno de los aliados de miss Marple (precisamente quien le cuenta la historia de la condena injusta) dice lo siguiente: Era un punto negativo, pero realicé algunas investigaciones por mi cuenta. Había atacado a una chica, era posible que la violara, pero (…) en mi opinión, basada en los numerosos casos que me ha tocado atender, distaba mucho de ser una violación. Debe usted tener presente que las muchachas están ahora mucho más dispuestas a que las violen. Las madres insisten, muy a menudo, en que lo llamen violación. La chica del caso había tenido varios amigos que habían ido más allá de la pura amistad.

Está claro, la culpa es de las madres, que tapan la promiscuidad de sus hijas con acusaciones de violación. Quiero recalcar que esto lo dice uno de los protagonistas, un aliado de miss Marple que además es criminólogo. Su afirmación nunca es rebatida ni explicada como un prejuicio propio de una educación desfasada, al contrario de lo que sí se hace con algunas opiniones de miss Marple, por ejemplo en lo referente a los extranjeros. Queda así asentada como la verdad del caso. Más aún cuando, unas páginas después, otro personaje, esta vez un abogado, se explaya sobre el mismo tema:

Todos sabemos en qué consiste hoy en día eso de las violaciones. La madre le dice a la muchacha que debe acusar al joven de violación, aunque el pobre no podía hacer otra cosa, con ella persiguiéndole todo el día para que fuera a su casa, mientras la madre está en el trabajo y el padre de vacaciones, y así constantemente, hasta obligarlo a acostarse con ella.

Toma ya. La culpa es de nuevo de las madres, ahora por partida doble: porque no saben controlar el furor uterino de sus hijas (estas madres de ahora, que trabajan) y porque cuando éstas quedan deshonradas deciden salvar el honor de la familia mediante una denuncia falsa. Las únicas víctimas aquí son los muchachos, obligados a acostarse con esas malvadas jóvenes. Respecto del caso concreto, la cosa queda así: nunca se aclara si la condena por violación fue justa o no, pero bueno, ya se sabe, las jóvenes de hoy.

Esta novela es de 1971, no de los años ’20, ’30 ni ‘40. Es, de hecho, la última novela de miss Marple. Esta fecha es reveladora. Por un lado, es lo bastante cercana al momento actual como para impedir que se piense que la cultura de la violación era algo que pasaba hace sesenta años y que ya no pasa. Por otra, es lo suficientemente lejana como para probar algo: el soniquete de las denuncias falsas, que acompaña cualquier medida que se quiera tomar contra la violencia sexual o el maltrato, no es cosa de los neomachistas del siglo XXI. No son cuatro trolls con conexión a Internet y no es un asunto de ahora. Es la cultura de la violación que se defiende, sea por boca de perfiles anónimos en Twitter o de una reputada escritora de misterio.

 

Quien quiera consultar la veracidad de las citas puede hacerlo. En mi edición (Molino, 2003) están en las páginas 110 y 132 respectivamente. En cualquier caso son los capítulos XII y XIV.

El consentimiento es sexy

Una de las primeras cosas que se aprende en el activismo antiviolación es que el delito propiamente dicho, las agresiones sexuales contra las que luchamos, son sólo la punta del iceberg. Las violaciones son, en realidad, la consecuencia lógica de un buen montón de asunciones culturales sobre cómo son y cómo interactúan entre sí los hombres y las mujeres. Estas asunciones son normativas, ya que se espera que los individuos las sigan: la violación aparece como un castigo para las mujeres que se apartan de esta norma social. Estas asunciones impregnan todas nuestra cultura (no en vano se habla de cultura de la violación) y no son cuestionadas.

Esto implica lo siguiente: apoyar a la víctima y conseguir la condena para el agresor no es suficiente. Recuerda un poco a luchar contra una hidra: cuando condenas a un violador aparecen tres más para ocupar su lugar. Es necesario ir a la fuente, atacar todas esas ideas y asunciones nunca cuestionadas que no dejan de producir violadores. En definitiva, hablar de agresiones sexuales es hablar de su reverso: el consentimiento, libre y entusiasta, para mantener relaciones.

Nuestra cultura no le da al consentimiento el valor que debe tener. No se habla del consentimiento, y si se menciona, es para referirse a él como algo que los hombres obtienen de las mujeres mediante el esfuerzo (regalos, alcohol, ligoteo), aunque todo puede frustrarse si ella no consiente en un periodo de tiempo “razonable”, convirtiéndole a él en un pagafantas. Hay tantas cosas mal ahí que no sé ni por dónde empezar, pero una de las consecuencias de estas presunciones es que llevan a quien ha “invertido” suficiente tiempo, esfuerzo y dinero a creerse con derecho a obtener el cuerpo de la otra persona, con o sin su consentimiento.

Por eso me gustan iniciativas como Consent is Sexy, que buscan poner el consentimiento en el primer plano de la relación. Ello implica no sólo consentir, sino hacerlo con ganas, libremente y sin recibir presión. Lo que se suele llamar consentimiento entusiasta. Porque el consentimiento después de insistir y vencer varios “noes” no es sincero, está viciado. Porque si tienes que argumentar, razonar y convencer para follar es que algo va muy mal. Porque la única razón para acostarse con alguien debería ser que te apetece hacerlo.

Entiéndaseme bien: no estoy diciendo que si se da el consentimiento de forma no entusiasta haya una violación. Al contrario, sigue tratándose de sexo consentido. Pero una cultura donde se considera normal obtener sexo a partir de la insistencia y la superación de las negativas es una cultura que propicia las violaciones. Una cultura que normalizara las conversaciones sobre consentimiento, fantasías y límites, por el contrario, sería una que tendría una actitud muy distinta hacia ese tema.

El otro día, hablando de esta campaña en Twitter, me dijeron algo así como que aunque el consentimiento no fuera sexy, da igual: es importante y debe respetarse. Entiendo ese punto de vista y de hecho estoy de acuerdo con él, pero la campaña no va por ahí. No adelantaremos mucho si concebimos el consentimiento como algo necesario pero molesto, que debe obtenerse porque el sexo sin él está mal pero que no tiene valor en sí. Convertir el consentimiento en una formalidad administrativa es una receta para el fracaso.

Muy al contrario, el objetivo es darle al consentimiento el valor que tiene en el juego sexual. La idea de que el consentimiento es parte del juego y de que si le faltan requisitos (por ejemplo, si no es espontáneo o entusiasta) la cosa falla tiene un gran potencial. No quiero una sociedad donde el consentimiento sea algo necesario, quiero una sociedad donde el consentimiento es algo deseable.

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