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El violador de Schrödinger: un caso práctico

Hoy me han contado una cosa desagradable.

Una chica que conozco ligó el otro día con un tío por una red social. Habían quedado hoy para “tomar un café”, que todos sabemos lo que puede significar en este contexto. Hasta que él decidió echarlo todo a rodar. Anoche, por Skype, empezó a insistir para quedar en ese mismo momento. Mi amiga le dijo que no varias veces (“no puedo”, “aún no he cenado”, “tengo que estudiar”) y al final, ante la voluntad de él de no darse por aludido, le cambió de tema. Desde entonces el tío estuvo borde y seco.

Mi amiga cerró la conversación para ir a estudiar, con un dilema grande en la cabeza: quedar o no quedar. El comportamiento del tío era inaceptable, sí, pero bien podía ser algo puntual: había tenido un mal día, a nadie le gusta que le frustren el calentón, etc. Por suerte el tío le ayudó a decidir: cuando ella volvió al ordenador se encontró con varios mensajes de él recriminándola por haber dejado Skype abierto: “si te vas a estudiar no entiendo por qué no lo cierras”, y ese rollo. Sin embargo, de los mensajes se desprendía claramente que el tío seguía queriendo quedar al día siguiente. Ante ese intento de control, mi amiga le dejó un último mensaje, rompiendo la incipiente relación y borrándole de todas las redes sociales.

Cuando me lo estaba contando, mi amiga usó una frase que me llamó la atención y que es la que motiva este post: “decidí pensar con la cabeza en vez de con el clítoris”. Me pareció muy curioso. Al fin y al cabo, ¿por qué se dice que los hombres pensamos con los genitales? No porque todos lo hagamos, sino porque si alguien lo hace, con seguridad es hombre. En otras palabras: darte el lujo de no reaccionar ante una conducta de esta clase es un privilegio que tenemos los hombres.

Mi amiga no puede permitirse dejar pasar el comportamiento de ese tío y quedar con él de todas formas, por mucho que le pudiera apetecer. Ese tío se acaba de convertir en el violador de Schrödinger para mi amiga, pues ha demostrado que el consentimiento le da igual. Si no ha respetado su negativa en algo como esto, ¿por qué iba a hacerle caso a un “no me acompañes a casa”? ¿Un “no subas”? ¿Un “no quiero acostarme contigo”? Se trata de una escalada de faltas de respeto que culmina en un delito grave, no de un asaltante en un descampado oscuro.

Sin embargo, supongamos la situación inversa: una mujer que pretende presentarse en casa de un hombre a horas intempestivas y se cabrea porque éste le dice que no. El varón se molestaría, pero sin duda podría quedar con ella otro día sin ningún miedo: ni se le pasa por la cabeza que le pueda pasar algo malo. No teme ser violado, asesinado, agredido o acosado. No ve ninguna señal de alarma cuando una mujer actúa así: como mucho queda como una anécdota.

¿A alguien le parece rara la escena que ha vivido mi amiga? ¿A alguna mujer no le suena familiar, no le ha pasado algo equiparable? ¿Algún hombre ha vivido cosas remotamente parecidas? Las agresiones sexuales son la punta del iceberg: lo asfixiante es el miedo que limita la libertad de las mujeres. En la cultura de la violación, los hombres generamos situaciones amedrentadoras para las mujeres sin ni siquiera saberlo, como parte de una rutina. O si no, ¿a santo de qué un tío que conoce a mi amiga desde hace una semana tiene que controlar si está o no está conectada a Skype? Y sin embargo, cuando él lo hable con sus amigos nadie le censurará o le dirá que ha hecho algo mal. Ese tío nunca sabrá que mi amiga ha tenido miedo de él, de sufrir un acoso o una agresión sexual por su parte.

Quiero que se me entienda bien: no le estoy justificando. Uno no puede cambiar la educación que ha recibido, pero puede intentar rebelarse contra ella. Un hombre occidental en el siglo XXI tiene recursos suficientes para poder escuchar lo que tienen que decir las mujeres sobre la forma en que son tratadas. Si decide no hacerlo, o si escucha y no hace caso, es plenamente responsable de sus acciones. La cultura y la educación no pueden servir como excusa, porque desde el mismo momento en que empleas excusas es porque sabes que algo estás haciendo mal: trabaja para cambiarlo y para no transmitirlo… o luego no te quejes si no entiendes por qué las mujeres se alejan de ti.

 

 

El violador de Schrödinger: una guía para hombres que quieren acercarse a desconocidas sin recibir una dosis de spray de pimienta

En los últimos días se ha difundido información sobre un “artista de la seducción” que responde al nombre de Álvaro Reyes. Frente a la justa indignación que han levantado las lecciones de este sujeto, se ha podido leer a fans, clientes y defensores del mismo preguntando qué hay de malo en las técnicas que emplea Reyes. Para contestar traducimos este post escrito por Phaedra Starling en 2009 sobre cómo puede sentirse una mujer cuando un hombre se acerca a ligar con ella.

 

Gracias por leerme, caballeros.

Déjame que empiece asegurándote que entiendo que eres una buena persona. Eres amable con los niños y los animales, respetas a tus mayores, donas dinero a ONGs, cuentas chistes sin reírte de tu propia gracia, respetas a las mujeres, te gustan las mujeres… De hecho, de verdad te gustaría tener una relación sexual cariñosa y mutuamente respetuosa con una mujer. Por desgracia no conoces todavía a esa mujer: no trabaja contigo, no os la han presentado amigos comunes ni coincidís en las mismas actividades. Así que tienes que salir ahí fuera a buscarla.

Hasta aquí todo bien. La señora Corazones Solitarios, tu humilde instructora, está de acuerdo. Conexión humana, amor, romanticismo… no hay nada de malo en esos anhelos.

Ahora, quieres conocer a una mujer que has visto en público. Lo primero que tienes que entender es que esa mujer tiene que tratar con una serie de retos y preocupaciones que a ti, como hombre, te resultan extraños. Para empezar, nosotras preferimos que nadie nos asesine o nos agreda violentamente de cualquier otra forma.

“¡Pero espera! ¡No quiero hacerle nada de eso!”

Bueno, no. Pero ¿tú piensas sobre eso todo el tiempo? ¿La prevención de una agresión violenta o de un asesinato es parte de tu rutina diaria, en vez de ser algo que sólo haces cuando te aventuras en zonas de guerra? Porque, para las mujeres, lo es. Cuando voy a una cita, siempre dejo el nombre completo del hombre e información de contacto escrita cerca del monitor de mi ordenador. Es para que los policías puedan encontrar mi cuerpo si desaparezco. Mi mejor amiga me llamará o me mandará un e-mail a la mañana siguiente, y debo contestar antes del mediodía o empieza a preocuparse. Si no ha sabido de mí hacia las tres de la tarde, llamará a la policía. Mis actividades después del anochecer son limitadas. A menos que esté en un espacio densamente ocupado y bien iluminado, no salgo sola. Incluso entonces, prefiero tener conmigo a una amiga o dos, o a mis perros. ¿Sigues reglas de ese tipo?

Así que cuando tú, un desconocido, te acercas a mí, tengo que preguntarme a mí misma: ¿va a violarme este hombre?

¿Crees que me estoy pasando? Una de cada seis mujeres estadounidenses será agredida sexualmente durante su vida. Apuesto a que no piensas que conoces a ningún violador, pero considera simplemente el número de violaciones que ocurren. Estas violaciones no son todas cometidas por Philip Garrido, Brian David Mitchell u otros miembros de la Hermandad del Pelo Siniestro y la Religión Hecha en Casa. Aunque tú asumas que ninguno de los hombres que conoces son violadores, puedo asegurarte que al menos uno lo es. Ten en cuenta lo siguiente: si cada violador comete una media de diez violaciones (un número horrible, ¿no?) entonces la concentración de violadores en la población es de más o menos uno por cada sesenta hombres. Esto quiere decir cuatro en el último curso de mi instituto, uno entre mis compañeros de trabajo, uno en el vagón del metro en hora punta, once que hacen ejercicio en mi gimnasio. ¿Cómo sé que tú, el chico agradable que no quiere nada más que compañía y Amor Verdadero, no eres este violador?

No lo sé.

Cuando te acercas a mí en público, eres el violador de Schrödinger. Puedes ser o no un hombre que viole. No lo sabré con seguridad a menos que empieces a agredirme. No puedo ver dentro de tu cabeza y no conozco tus intenciones. Si esperas que confíe en ti, que acepte sin dudar que eres un buen tío, no sólo fallas en respetar mi cautela razonable sino que te estás despreocupando de mi seguridad personal.

Por suerte, eres un buen tío, ya lo hemos establecido. Ahora que estás advertido de que hay un problema, vas a poner todos los medios para arreglarlo y para hacer que las mujeres con las que interactúas se sientan tan seguras como sea posible.

Para empezar, debes aceptar que yo marco mi propia tolerancia al riesgo. Cuando te acercas a mí, empezaré a evaluar la posibilidad de que me hagas daño. Esa posibilidad nunca es de 0. Para algunas mujeres, particularmente aquellas que han sido víctimas de agresiones violentas, cualquier nivel de riesgo es inaceptable. Esas mujeres no quieren que nadie se les acerque, no importa lo majo que seas o lo mucho que te gustaría tener una cita con ellas. ¿OK? Es su derecho. No te pongas gilipollas con este tema. Las mujeres no tienen la obligación de escuchar las ofertas de los vendedores antes de decidir si van al mercado.

El segundo punto importante dice que tienes que preocuparte de qué señales estás enviando por tu apariencia y por el contexto. Vamos a prestar mucha atención a tu apariencia y comportamiento y comparar todos esos signos con nuestra idea de lo que es una amenaza.

Esto quiere decir que algunos hombres no deberían nunca acercarse a mujeres desconocidas en público. Especialmente si tienes estándares de higiene personal verdaderamente inusuales, si eres el profeta de tu propia religión o si tienes tatuajes de símbolos de bandas o de cucarachas a todo color por toda la cara y el cuello, nunca vas a recibir una buena respuesta si te acercas a una mujer en frío. Esto no significa que estés condenado a una vida de soledad, pero te sugiero que empieces ligando en Internet, donde puedes “apagar” tus rasgos inusuales y encontrar a una mujer que los aprecie.

¿Llevas una camiseta haciendo un chiste sobre violaciones? NO ES UNA BUENA ELECCIÓN; no lo es en general y por supuesto no lo es cuando te acercas a una extraña.

Presta atención al contexto. Mira a tu alrededor. ¿Estás en un callejón oscuro? Entonces probablemente no deberías acercarte a una mujer e intentar entablar una conversación. Lo mismo se aplica si estás solo con una mujer en la mayoría de lugares públicos. Si el lugar público es un área cerrada (un vagón de metro, un ascensor, un autobús), aunque haya mucha gente, puedes no darte cuenta de que las posibilidades que tiene una mujer para huir en caso de amenazas son limitadas. Pregúntate a ti mismo: “si yo fuera peligroso, ¿estaría esta mujer segura en este espacio conmigo?” Si la respuesta es no, entonces no es apropiado que te acerques a ella.

En el otro lado, si ambos estáis en la iglesia acompañados por vuestras madres que son amigas de toda la vida, la mujer está en un ambiente que le da la mayor sensación de seguridad posible. Esto no quiere decir que esté 100% segura, pero las probabilidades son bastante buenas.

El tercer punto: las mujeres se están comunicando todo el rato. Aprende a entender y respetar esta comunicación.

Quieres decirle “hola” a esa chica tan mona del metro. ¿Cómo reaccionará? Por suerte, puedo decírtelo con algo de certeza, porque ella ya está enviándote mensajes. Si mira por la ventana, lee un libro, trabaja en un ordenador, tiene los brazos cruzados sobre el pecho o el cuerpo lejos de ti, eso significa “no molestar”. Así que, ya sabes, no la molestes. En serio. Incluso para decir que te gusta su pelo, zapatos o libro. Un cumplido no es siempre una razón para que las mujeres te sonrían y te den las gracias. Eres una amenaza, ¿recuerdas? Eres el violador de Schrödinger. No asumas que lo que sea que tengas que decir te la ganará con tu encanto o con halagos. Tómate en serio lo que está indicando y déjala en paz.

Si hablas y responde con monosílabos y sin mirarte, ella está diciendo “no quiero ser desagradable, pero por favor, déjame en paz.” No sabes por qué. Podría ser “por favor, déjame en paz porque estoy intentando memorizar Beowulf.” Podría ser “por favor, déjame en paz porque eres un tío inquietante con el pecho como un toro.” Podría ser “por favor, déjame en paz porque estoy planeando el asesinato de una importante figura geopolítica y tendré que matarte si eres capaz de reconocerme y echar a perder mi falsa identidad.”

En sentido contrario, si está vuelta hacia ti, hace contacto visual y responde de forma amigable y locuaz cuando hablas con ella, eso significa luz verde. Puedes continuar hablando hasta que empieces a recibir señales para que retrocedas.

El cuarto punto: si la cagas a la hora de respetar lo que dicen las mujeres, te acabas de catalogar como un problema.

Hay un hombre con el cual salí para una única cita (un café por la tarde, durante una hora) el 25 de julio. En los dos días posteriores, me envió cerca de quince e-mails, regañándome por mi baja receptividad. Le respondí diciéndole “Mira, esta es una respuesta desproporcionada para una única cita. Me estás haciendo sentir incómoda. No vuelvas a contactar conmigo.” Estamos a 7 de octubre. ¿Todavía me escribe?

Por supuesto que lo hace. Más o menos cada dos semanas.

Este hombre puntúa más alto en la escala de amenazas que el hombre con los tatuajes de cucarachas, que, después de todo, no es culpable de nada más que de tener un mal gusto terrible. Ya ves, el señor E-Mail ha dejado claro que ignora lo que digo cuando él quiere algo de mí. No sé si es un violador de verdad, y sinceramente espero que no, pero es ciertamente el violador de Schrödinger, y este violador de Schrödinger en particular tiene una probabilidad superior a una entre sesenta. Porque un hombre que ignora el “no” de una mujer en una interacción no sexual es más probable que ignore ese “no” en una sexual, simplemente.

Así que, si hablas con una mujer que está ocupada en otra cosa, estás enviando un mensaje sutil: que tu deseo de interactuar supera su derecho de que la dejen en paz. Si mantienes una conversación que ella está intentando cortar, envías un mensaje: que tu deseo de hablar supera su derecho de que la dejen en paz. Y cada uno de esos mensajes indica que crees que tus deseos son una razón legítima para pasar por encima de sus derechos.

Para las mujeres, que están observándote de cerca para determinar cuánto tienes de amenaza, éste es un dato importante.

El quinto y último punto: no violes. No cometas tampoco delitos menos graves: no agredas, no metas mano, no obligues, no alardees, no te exhibas, no amenaces con violencia física, no amenaces con violencia sexual.

¿Debería ser innecesario decir esto? Por supuesto que debería. Por desgracia éste no es el mundo en el que yo vivo. Deberías empezar a darte cuenta de que tampoco es el mundo en el que tú vives.

La señora Corazones Solitarios te desea felicidad y éxito en tu búsqueda de compañía romántica.

El acoso sexual en la cultura friki (segunda parte)

Publicamos la segunda parte de la traducción de “Ending Sexual Harassment in Geek Culture”, del bloguero Dr. NerdLove. Como ya dije en la primera parte, no estoy totalmente de acuerdo con las conclusiones, concretamente con la idea de que “un hombre de verdad no acosa” y con el tono de caballero blanco que adopta.

El silencio de las damas

Es un hecho innegable y difícil de asimilar que la cultura friki tiene un problema con las mujeres. Lo hemos mostrado una y otra vez. Tess Fowler, Anita Sarkeesian, Mattie Bryce, Zoe Quinn, Lea Hernández, Colleen Doran, Gail Simone, Kate Leth, Laura Hudson, Jennifer Hepler, Alice Mercier, Courtney Stanton o Elizabeth Sampat.

En el momento en que aparece el tema de cómo se trata a las mujeres en la cultura friki, la gente inmediatamente corre a desestimar, minimizar o desviar la conversación. Argumentarán que todo el mundo aguanta mierda online. O que las mujeres simplemente necesitan aprender a tener la piel más gruesa porque así es como juegan los mayores. Habrá gente que quiera decir “¡hay que mencionar que los chicos también soportan estas cosas!” o que se apresuren a quejarse porque no todos los hombres hacen esto. Querrán jugar al abogado del diablo o quejarse de que ellos no acosan a mujeres, por lo que es injusto para alguna gente sacar este tema, ya que implica meter a todos los hombres en el mismo saco o difamar a otros tipos bienintencionados que simplemente no abren la boca sobre esto porque no es ninguna clase de problema real porque su amiga es claramente una mujer y todo esto le parece bien y nunca ha recibido amenazas.

“Mientras tanto, en la majestuosa Mansión de la Liga de la Justicia hacia los Hombres…”

O que ella es lo bastante fuerte para simplemente ignorar todas estas amenazas porque quién se va a sentir asustada de verdad porque gente aleatoria suelte una diarrea verbal en Internet.

¿Y sabéis qué?

Que todo eso es una mierda.

Porque cuando la gente se apresura a resaltar que “no son todos los hombres” o que “no es un problema” realmente lo que buscan es distraer la atención de los dos problemas reales que hay aquí.

Primero: que todo esto se dirige específicamente a las mujeres porque son mujeres. Yo escribo un montón sobre feminismo. Tengo incluso mis propios haters que salen como setas en los comentarios para quejarse y darle hostias al feminismo cada vez que hablo sobre cualquier cosa. Y no solo no he recibido una centésima parte de la mierda que tiene que aguantar Asselin (o Lea Hernández o Kate Leth o cualquiera de las mujeres que he mencionado antes), sino que nunca me han amenazado de violación. Ni se lo han hecho al 99% de los escritores y blogueros varones de alto perfil que hablan de los mismos temas. Ninguno de nosotros recibe el mismo volumen de amenazas violentas o de acoso. Porque para las mujeres esto no se queda en Internet. Las sigue a todas partes.

       “Lo último sobre todo esto es que algunos de estos “trolls” han publicado sobre ir a conocerme o visitar mi trabajo. Esos chicos que escriben sobre violarme” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014)

       “Así que cuando esté en una convención o detrás del mostrador no podré saber qué persona de todas con las que hablo está detrás de todo esto” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014)

El segundo problema es que cuando la gente discute o desvía la conversación de este tema, están intentando distraer la atención del hecho de que las mujeres son amenazadas para acallarlas. Para hacer que se larguen. Para ahuyentarlas de la comunidad por completo. El juego “Golpea a Anita Sarkeesian” no trataba de refutar sus argumentos, iba sobre hacer que se largara la alarmante mujer que (creían) iba a quitarles sus juegos de culos y tetas. El acoso que sufrió Zoe Quinn por su juego Depression Quest fue porque la gente quería hacer que parara de hablar. Los hijos de Jennifer Hepler fueron amenazados porque a la gente no le gustaba que ella tuviera cosas que decir sobre Dragon’s Age 2, un juego que ella ayudó a escribir. Janelle Asselin recibe amenazas de violación por criticar la portada de un cómic. Kate Leth, una crítica sin reservas del acoso casual y la misoginia en la cultura friki, fue el objetivo de hombres que estaban decididos a “castigarla” por… hacer cómics que a ellos no les gustaban.

       “Hay páginas de Tumblr dedicadas enteramente a pegar mi cabeza en anime de violación y porno, porque no les gusto yo o mis cómics” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014)

No son sólo comics. No son sólo juegos. Es toda la cultura friki. Y estamos dejando que este cáncer nos pudra de dentro afuera.

El falso mito de la iluminación friki

Por supuesto, parte del problema es conseguir que los frikis se dignen a reconocer que esto pasa. Y una de las formas más perniciosas que tenemos para esconderlo bajo la alfombra es pretender que somos una cultura mucho más sabia, mucho más iluminada y muy superior a la de los deportistas, los machitos o los pijos, a la de todos esos tipos que son prácticamente sinónimos de violación durante la cita o acoso sexual. Los frikis no somos los maltratadores, somos los maltratados. Somos los que no encajan.

“Esto siempre ha sido así, y por tanto…”

Y aquí está el problema. Ya no somos los que no encajan. La cultura friki es cultura mainstream. Básicamente hemos ganado. Pero continuamos definiéndonos a nosotros mismos como marginados y perdedores, insistiendo en que ser un friki implica ser un tío raro con problemas de adaptación social que aun así es, de alguna manera, moral e intelectualmente superior a la gente que le rodea.

Solemos definirnos a nosotros mismos en oposición a los otros, y asumir que porque no somos X (en este caso deportistas, machitos, etc.) tampoco somos Y (maltratadores, violadores, acosadores). Nos hemos quedado atascados en la identidad de friki como extraño, pretendiendo estar excluidos. Si empezamos a cuestionar estas definiciones, entonces ¿quiénes somos? ¿Cómo se supone que vamos a identificarnos a nosotros mismos? ¿Cómo se supone que vamos a saber que, en el fondo, somos los mejores?

Es mucho más fácil pretender que esto no es un problema. Minimizar el asunto. Barrerlo debajo de la alfombra. Por eso cada vez que escuchamos sobre alguien que es acosado en nuestra cultura (online, en convenciones, en tiendas de cómic) hay tanta gente que rápidamente afirma que no es un problema de verdad. Recibimos la queja de que “no son todos los hombres” porque es más importante reforzar la superioridad inherente a la cultura friki que afrontar que esto es una parte de la comunidad grande e increíblemente visible. En vez de reforzar esa falacia del verdadero escocés y pretender que los acosadores no son una parte real de la cultura deberíamos mirar hacia el hecho de que existen y están causando daño medible. Aguantamos a los abogados del diablo que creen que es más importante considerar el punto de vista del acosador que el efecto que causa en su víctima. Soportamos a todos esos tipos de “drama no” que prefieren meterse con la persona que señala que tenemos un problema jodidamente grande que con la persona que realmente lo está causando porque quieren evitar el drama.

Y por supuesto tenemos a todos esos que simplemente odian a las mujeres y quieren que sean productos para su placer. “Prefieren” que la cultura friki tenga una atmósfera de habitación cerrada y creen que sacar de ella el acoso sexual casual es una ofensa contra Dios y los hombres.

Esta identificación por oposición, por cierto, es parte de la razón por la cual la cultura friki tiene esa relación de amor-odio con las chicas friki. Porque ser un friki es ser un “extraño” por definición. No tenemos todas las cosas guays que sí tienen los otros grupos como, ya sabes, mujeres. Esto explica por qué tantas mujeres frikis se convierten en fetiches: representan todo lo que queremos pero nos ha sido negado y terminamos deseándolas y resentidos contra ellas al mismo tiempo. Esto se liga con la idea de que las mujeres de alguna manera tienen todo el poder. ¿Y ahora ellas presumen que son parte de nuestro mundo donde se supone que nosotros tenemos el poder? ¿Esto qué es?

Así que los frikis perdemos los papeles con las mujeres e intentamos convertirlas en cómplices silenciosas del maltrato. Y, como Marjorie Liu dice con elocuencia en su blog:

        “A veces parece que hablar sobre la misoginia en esta industria es como tratar con el Día de la Marmota: parece que hay un reset continuo, una amnesia colectiva masculina sobre el tema. Como si cuando una mujer abre la boca fuera por primera vez y todo el mundo estuviese estupefacto. ¿Que el sexismo existe? OH, DIOS.”

 Y el resto de nosotros lo sabemos. Los hombres de la cultura friki somos oficialmente parte del problema.

El silencio es aprobación

Ahora puedo escuchar cómo muchos de vosotros montáis en cólera por la siguiente razón: nunca habéis enviado amenazas de violación, nunca habéis agredido a una mujer por tener una opinión con la que no estabais de acuerdo, nunca habéis acosado sexualmente a nadie. No sois “ese tío”.

Felicidades. Habéis llegado al punto de partida de la decencia humana. Pero no basta con “no ser ese tío”. Si no quieres que te metan en el mismo saco que los gilipollas asquerosos que tienen como objetivos las mujeres de nuestra comunidad tenéis que hablar más fuerte. Porque no es un problema de mujeres. Es un problema de hombres. Somos los hombres quienes lo causamos y somos los hombres quienes tenemos que ser la solución. Porque nuestro silencio se lo está permitiendo. Nuestro silencio se ve como aprobación. Está validando este comportamiento de mierda porque nadie alza la voz contra ellos.

       “Es alentador ver que la mayoría de creadores de cómics y organizaciones permanecen en silencio, sin morder el anzuelo del melodrama de @gimpnelly” (RyanJoseph, @RyanAJoseph, 17 de abril de 2014)

Por eso no podemos seguir en silencio. No podemos pretender que es un problema de mujeres. No podemos pretender que no somos parte del problema porque no somos los acosadores. Como dije cuando escribí sobre Tess Fowler, nosotros (los hombres) tenemos que ser los que alcen la voz y hagan inaceptable este comportamiento. Tenemos que ser los que reprochemos el comportamiento de los acosadores. No escudarnos en el “no son todos los hombres” y en el “no es mi problema”.

Mirad: tenemos la plataforma. Tenemos la voz. Tenemos el privilegio masculino que dice que las voces de los hombres tienen más impacto y no son descartadas con tanta facilidad. Y necesitamos usarlo. Tenemos que ser quienes hagan la cultura friki un lugar donde esta clase de odio tóxico y abuso de mujeres sean inaceptables. No dejéis que este comportamiento quede sin señalar. Pelead contra la idea de que menospreciar, acosar o abusar de mujeres es de alguna manera una virtud masculina, que es aceptable porque “Internet, lulz” o “tíos comportándose como tíos”. Marginad a esta gente. Aisladles. Expulsadles de la comunidad: no los necesitamos y por supuesto que no los queremos.

Devolverán los golpes. Habrá gente que insista en que decir que esto es una mierda no va a valer para nada porque los trolls son así y los gilipollas no van a dejar de serlo. Que les jodan, no quieren que las cosas cambien. Habrá gente que cuestione tus motivaciones: te llamarán “caballero blanco” e insistirán en que sólo estás intentando impresionar a las chicas y follar con ellas por haberlas defendido. Que les jodan también: conocen muy bien el inmenso poder que tiene en la comunidad una voz masculina diciéndoles que su comportamiento no es aceptable. Dirán cualquier cosa que se les ocurra para distraerte, mover el blanco, desviar la conversación o darle la vuelta y ponerse a hablar de ti. No les dejes.

Si aspiramos a ser mejores tenemos que ser mejores.

No más silencio. No más aprobación tácita.

Es hora de que nos levantemos y seamos hombres.

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