Tag Archives: cultura de la violación
¿A quién vas a ayudar?
Tú puedes actuar contra la violencia sexual. Si eres testigo de un acto de acoso o de violencia sexual, siempre puedes hacer algo para ayudar.
Poniendo atención en las actitudes y comportamientos tóxicos, basados en la desigualdad de género y el machismo, podemos hacer de nuestro entorno un lugar seguro, respondiendo con contundencia contra el acoso sexual.
Cómo intervenir para ayudar:
(Si no te resulta cómodo intervenir directamente, contacta con las autoridades para que os ayuden)
- Ofreciendo tu ayuda a la víctima
- Llamando a la policía si presencias una agresión sexual
- Avisando a la policía si ves a alguien añadir a escondidas alguna sustancia en la bebida de otra persona
- Diciendo “no” cuando alguien quiera compartir contigo fotos o vídeos privados de una tercera persona
- Negándote a participar en conversaciones degradantes que fomenten el sexismo y la violencia sexual
Cómo ser un aliado:
Hay muchas maneras de ayudar. Conviértete en un aliado para la causa:
- Nunca culpes a la víctima
- Apoya a quien te cuente que ha sido víctima de violencia sexual
- Educa a la infancia sobre el consentimiento y las relaciones sanas
- No difundas mitos sobre la violencia sexual y el acoso, no promuevas la cultura de la violación
Cuando no haces nada, estás ayudando al agresor. Pero cuando actúas, ayudas a la víctima. ¿A quién vas a ayudar?
https://www.youtube.com/watch?v=PJK-3fpBRZI
Fuente y campaña original:
http://www.ontario.ca/home-and-community/we-can-all-help-stop-sexual-violence
¿Cuándo te debe sexo una mujer?
Traducción de ‘When Does a Woman Owe You Sex? Check This Cart’ de Elizabeth Planck.
Microsoft Excel tuvo una oportunidad para lo explícito esta semana, en la que Internet ha aprendido que la anteriormente inocua herramienta de oficina se está usando en una nueva y desalentadora moda de machotes: registrar el número de veces que sus compañeras se niegan a tener relaciones sexuales. Sí, las #sexspreadsheets (#HojasDeCálculoSexuales) existen, probablemente porque algunos hombres todavía creen que tener un pene te da derecho a todo el sexo que quieras.
Lo siento, chavales: el mundo no funciona así.
Cuando la primera “hoja de cálculo sexual” se hizo viral en Reddit, inmediatamente le siguió una segunda, igualmente inmadura, que podría ser o no una parodia de la primera.
Por desgracia, no hemos pillado el chiste.
El escritor del post original apuntó varias “excusas” que su compañera había usado durante las semanas anteriores. Aparentemente a veces estaba “cansada”, se sentía “enferma” y ocasionalmente incluso tenía la ridícula idea de que podría querer ir al gimnasio. ¿Quién se cree esa tía que es? ¿Un miembro de la sociedad con iguales derechos y la misma capacidad de planear su vida que un varón?
Fecha |
¿Sexo? |
Excusa |
03/06/2014 |
No |
“Estoy viendo la tele” (una reposición de Friends) |
04/06/2014 |
No |
“Estoy sudada y doy asco, necesito ducharme” (no lo hizo hasta la mañana siguiente) |
06/06/2014 |
No |
(no verbal) |
09/06/2014 |
No |
“Estoy agotada” |
10/06/2014 |
Sí |
|
11/06/2014 |
No |
“Sigo un poco dolorida por lo de ayer” |
12/06/2014 |
No |
(no verbal) |
13/06/2014 |
No |
“Estoy intentando ver la película” (se durmió a los 15 minutos) |
16/06/2014 |
No |
“Estoy demasiado borracha y he bebido demasiado” |
18/06/2014 |
No |
“No voy a tener tiempo para ducharme y llegar a tiempo para cenar.” (llegamos 20 minutos antes) |
19/06/2014 |
No |
“Acabo de llegar del gimnasio, estoy asquerosa” (no se duchó hasta la mañana siguiente) |
20/06/2014 |
No |
(no verbal) |
21/06/2014 |
No |
“Tengo que levantarme temprano” |
22/06/2014 |
No |
(no verbal) |
27/06/2014 |
Sí |
|
29/06/2014 |
No |
“Estás demasiado borracho” |
30/06/2014 |
No |
“Me siento asquerosa” |
01/07/2014 |
No |
“No me siento bien, he comido demasiado” |
03/07/2014 |
No |
“Estoy sudada, asquerosa y cansada” |
04/07/2014 |
No |
(no verbal) |
05/07/2014 |
No |
“Creo que me estoy poniendo mala” |
06/07/2014 |
No |
“Todavía no me siento al 100%” |
10/07/2014 |
No |
“Necesito una ducha, me siento asquerosa” |
11/07/2014 |
No |
“Estoy muy cansada” |
12/07/2014 |
Sí |
|
13/07/2014 |
No |
“No” |
14/07/2014 |
No |
(no verbal) |
16/07/2014 |
No |
“Estoy viendo este programa y no me quiero perder nada” |
A pesar de que muchos podríamos creer que las #SexSpreadsheets son inofensivas, incluso que tienen gracia, tonterías de Internet, la motivación que tienen detrás muestra una pauta de comportamiento masculino patológico mucho más profunda. Los casos de violencia de género en EE.UU. son alarmantemente frecuentes, y los agresores a menudo muestran una actitud de tener derecho sobre sus compañeras muy similar. Que el tío de la hoja de cálculo afirme estar casado con su pareja no cambia la ecuación: una de cada cuatro mujeres estadounidenses van a afrontar violencia de género durante su vida, y una tercera parte de esos casos incluye violación marital.
Seamos claros: los machotes de las hojas de cálculo no son violadores. Pero se están haciendo eco de (o, al menos, quitando importancia a) la misma clase de discurso que se usa para legitimar varias formas de agresión. Pretender tener derecho a los cuerpos de las mujeres es un paso en el ciclo del abuso. Por ejemplo, tenemos al asesino de Santa Bárbara, que empezó un tiroteo para “castigar” a cada chica que “nunca se había sentido atraída” por él. O los autodenominados “artistas de la seducción”, que proclaman que la violencia contra las mujeres podría evitarse si los hombres aprendieran a seducir mujeres adecuadamente. En ambos casos el mensaje es siempre el mismo: los hombres necesitan y, más importante, merecen sexo, principalmente porque son hombres. Las mujeres que detienen sus avances (sean de su novio, de su esposo o del tío que acaban de conocer en una fiesta) son tachadas de mojigatas y zorras. Mientras tanto, jueces, periodistas y políticos culpan a las mujeres que declaran haber sido violadas.
La cantidad de falsedades que no deja de expandirse nos ha llevado a crear este diagrama de flujo que puede ayudar a aclarar cualquier duda sobre cuándo las mujeres le deben sexo a alguien.
“Una víctima se venga de su violador prendiéndole fuego”
Traducción
Titular: “Una víctima se venga de su violador prendiéndole fuego”
Rabbitsnwolves: “Bueno, se lo estaba buscando, vistiéndose con ropa tan inflamable”
Sageruto: “Si no quería que le prendieran fuego, que se hubiera quedado en casa”
Electricalivia: “Probablemente había estado bebiendo esa noche. El alcohol te hace susceptible al fuego”
Trasngalacticwanderer: “Si es un incendio de verdad, el cuerpo del hombre tiene maneras de protegerse a sí mismo”
Beefrank: “Dios. Internet, te amo”
Quiyst: “¿Por qué no se paró, se tiró al suelo y rodó? Tendría que haberse parado, tirarse al suelo y rodar. Seguro que en el fondo lo quería”
Hookersofcake: “Si leéis el artículo, hay testigos que le vieron comprar un mechero ese día. El tío seguramente se prendió fuego a sí mismo y luego mintió. Típico”
Lioar: “Debería haberse relajado y disfrutado. Después de todo, solo era un poco de leña abrazándole”
Jayneausten: “Deberíamos empezar a educar a la gente para que lleven ropa ignífuga y lleven siempre extintores encima. Es por su propia seguridad”
¿Qué es la cultura de la violación?
Traducción de un texto de Melissa McEwan publicado en Shakesville.com
A menudo recibo peticiones para proporcionar una definición de lo que es la “cultura de la violación”. Y he redirigido a la gente a la entrada de Wikipedia, que es bastante buena y me gusta la definición proporcionada en Transformar una Cultura de Violación:
Una cultura de violación es un conjunto de creencias que estimula la agresión sexual masculina y apoya la violencia contra las mujeres. Es una sociedad donde la violencia se considera sexy y la sexualidad violenta. En una cultura de la violación, las mujeres reciben una continua amenaza de violencia que abarca desde comentaros sexuales a tocamientos o violación en sí. Una cultura de la violación aprueba el terrorismo emocional y físico contra las mujeres como norma.
En una cultura de la violación, mujeres y hombres asumen que la violencia sexual es un hecho en la vida, inevitable como la muerte o los impuestos. Esta violencia, sin embargo, no es una orden biológica o divina. Mucho de lo que aceptamos como inevitable es, de hecho, la expresión de valores y actitudes que pueden cambiar.
Pero mis colegas (sean ingenuas novatas recién llegadas al feminismo, feministas avanzadas buscando fuentes o escépticas acerca de la existencia de la cultura de violación) siempre parecen estar buscando algo más completo y menos abstracto: ¿Qué es la cultura de la violación? ¿Cuáles son sus límites? ¿Qué parece, cómo suena, cómo se siente?
No es una definición lo que están buscando; no realmente. Es una descripción. Algo bastante sustancial para extender y tocar en toda su fea, vomitiva y tremenda amenaza.
La cultura de la violación es alentar la agresión sexual masculina. La cultura de la violación es considerar que la violencia es sexy y la sexualidad violenta. La cultura de la violación es tratar la violación como un cumplido, o como la pasión desenfrenada de un hombre saludable hacia una mujer preciosa haciendo irresistible la necesidad de rasgar su corpiño o empujarla contra la pared, o una valla de hierro forjado, o el capó de un coche, o tirar de su pelo, o tirarla en la cama, o cualquiera de los millones de imágenes de lucha sexual en películas o series y en las portadas de novelas románticas que vienen a decir que los deseos violentos están indisolublemente ligados a la (hetero)sexualidad.
La cultura de la violación es establecer la heterosexualidad como norma. La cultura de la violación es ligar la homosexualidad con prácticas sexuales no consentidas como pedofilia (tercera acepción) o zoofilia. La cultura de la violación es proporcionar privilegios a la heterosexualidad porque la imagen de dos adultos del mismo sexo entablando relaciones igualitarias sin dominación y sumisión basadas en el género debilita las (erróneas) razones biológicas para la existencia de la cultura de la violación.
La cultura de la violación es que la violación sea usada como arma, herramienta de guerra, genocidio u opresión. La cultura de la violación es que la violación sea usada como un correctivo para “curar” a las lesbianas. La cultura de la violación es una cultura militarizada y “producto natural de todas las guerras, sea donde sea, en todos los tiempos, en todas las formas”.
La cultura de la violación es que uno de cada 33 hombres sea acosado sexualmente en su vida. La cultura de la violación es animar a los hombres a usar el lenguaje de violación para establecer dominación sobre la otra persona (“Nos los vamos a follar”). La cultura de la violación es hacer de la violación una parte omnipresente en las asociaciones exclusivas de hombres. La cultura de la violación es ignorar la necesidad de la reforma de las prisiones de hombres en parte porque la amenaza de ser violado se considera aceptable castigo por haber cometido un crimen y la amenaza sólo funciona si los hombres son violados.
La cultura de la violación es que 1 de cada 6 mujeres sea agredida sexualmente en su vida. La cultura de la violación es no hablar siquiera acerca de la realidad de que muchas mujeres son agredidas varias veces a lo largo de su vida. La cultura de la violación es el modo en que la amenaza constante afecta a la vida diaria de las mujeres. La cultura de la violación es decir a las chicas y mujeres que tengan cuidado con: lo que visten, cómo lo visten, por dónde caminan, cuándo caminan, con quién hablan, en quién confían, lo que hacen, con quién lo hacen, lo que beben, cuánto beben, si hacen contacto visual, si están solas, si están con un extraño, si están en un grupo, si es de noche, si la zona es desconocida, qué tipo de zapatos llevan en caso de tener que salir corriendo, qué tipo de bolso llevan, qué tipo de joyería llevan, qué hora es, qué calle es, qué ambiente es, con cuánta gente se acuestan, con qué tipo de gente se acuestan, quiénes son sus amigos, a quién dan su número, quién está cerca cuando viene el repartidor. La cultura de la violación es “aconsejar”: alquilar un apartamento en el que puedan ver quién está en la puerta antes de que puedan ser vistas, comprobar antes de abrir la puerta al repartidor, tener un perro o una cosa que ladre, buscarse un compañero de piso, ir a clases de defensa personal, estar siempre alerta, prestar atención, vigilar su espalda, estar atenta a sus alrededores y nunca bajar la guardia ni un sólo momento no sea que las agredan sexualmente y si lo han sido y no siguieron todas de estas reglas: es culpa suya.
La cultura de la violación es culpar a la víctima. La cultura de la violación es que un juez culpe a una niña de su propia violación. La cultura de la violación es que un cura culpe a sus propias víctimas. La cultura de la violación es acusar a un niño de disfrutar de ser secuestrado, violado y torturado. La cultura de la violación es perder cantidades enormes de tiempo en encontrar una razón para que la víctima pueda ser culpable de su propia violación.
La cultura de la violación es que los jueces banalicen sobre el uso de la palabra violación en la sala de un juzgado. La cultura de la violación es ver a los medios usar eufemismos para la agresión sexual. La cultura de la violación es que las historias sobre violaciones sean exhibidas en las “noticias raras”.
La cultura de la violación es asignar a las víctimas la carga de la prevención de las violaciones. La cultura de la violación es animar a las mujeres a tomar clases de autodefensa pensando que es la única solución para prevenir una violación. La cultura de la violación es aconsejar a las mujeres a que “tengan sentido común” o “sean más responsables” o “estén al tanto de los riesgos de los bares” o “eviten esos lugares” o “que no vistan de tal manera” y no aconsejar a los hombres que no violen.
La cultura de la violación es “nada”, que es la respuesta más frecuente a la pregunta “¿qué te han enseñado sobre las violaciones?”
La cultura de la violación es que niños de menos de 10 años sepan cómo violar.
La cultura de la violación es la idea de que sólo cierta gente viola y sólo cierta gente es violada. La cultura de la violación es ignorar que lo que tienen en común los violadores es que violan. Violan a personas fuertes o débiles, inteligentes o tontas, personas que se defienden y personas que se rinden sólo para que se acabe, personas promiscuas o mojigatas, personas ricas o pobres, personas altas o bajas, personas gordas o delgadas, personas sordas o no, personas de cualquier raza, forma, tamaño, capacidad y circunstancias.
La cultura de la violación es la afirmación de que las prostitutas no pueden ser violadas. La cultura de la violación es la afirmación de que las esposas no pueden ser violadas. La cultura de la violación es la opinión de que sólo las chicas monas pueden ser violadas.
La cultura de la violación es negarse a saber que la única cosa que las víctimas de violaciones comparten es la puta mala suerte. La cultura de la violación es negarse a saber que la única cosa que una persona puede hacer para evitar una violación es no estar nunca en la misma habitación que un violador. La cultura de la violación es evitar hablar de lo absurdamente inaceptable que es esa expectativa, dado que los violadores no se anuncian a sí mismos llevando señales luminosas.
La cultura de la violación es la gente que en lugar de protegerte, como se les presupone, te viola – como padres, profesores, curas, policías, soldados…
La cultura de la violación es que un violador en serie nombrado miembro de un panel federal tome decisiones sobre la salud de las mujeres.
La cultura de la violación es una resolución judicial que dice que las mujeres no pueden retirar el consentimiento una vez que el sexo comienza.
La cultura de la violación es un colectivo clasificando a los violadores:
- El violador “normal” (cuyo crimen es más parecido al “son cosas de chiscos”) es un hombre que fuerza una mujer atractiva.
- El violador “morboso” es el que va detrás de niños, mujeres mayores, discapacitados, víctimas en coma – personas que no pueden defenderse, aquellas cuya violación es difícil de imaginar atractiva Nada que ver con la violación “de chicas guapas”, tan fácilmente observable en una lucha sexual fantástica con gritos y retorcimientos y su posterior rendición al “cumplido” de ser violada.
La cultura de la violación es la insistencia en intentar distinguir entre diferentes tipos de violaciones con el uso de términos como “gray rape” o “date rape”.
La cultura de la violación son las constantes narrativas acerca de la violación que existen a pesar de las evidencias de lo contrario. La cultura de la violación son las constantes imágenes de violaciones de extraños, aunque es tres veces más probable que una mujer sea violada por alguien que conoce que por un extraño, y nueve veces más probable que lo sea en su casa, en casa de alguien que conoce o en cualquier otro sitio que en la calle. Esto es lo que se conoce como un “date rape” (violación en citas) y es de lejos el tipo más común de violación.
La cultura de la violación es la constante insistencia de que las denuncias falsas son comunes, teniendo en cuenta que son menos comunes (2%) que las denuncias falsas por robo (2.6%). La cultura de la violación son las constantes afirmaciones de que las mujeres hacen acusaciones de violaciones a tontas y a locas, cuando el 61% de las violaciones aún no son denunciadas.
La cultura de la violación es la constante narrativa de que hay un comportamiento típico después de ser violada, en lugar de reconocer que las respuestas a las violaciones son tan variadas como sus víctimas. Que inmediatamente después de una violación algunas mujeres entran en shock, otras permanecen lúcidas, otras están enfadadas, otras avergonzadas; unas estoicas, otras erráticas; unas quieren denunciarlo, otras no; algunas lo contarán, otras lo llevarán por dentro; algunas tendrán una vida sexual saludable, otras nunca volverán a tenerla.
La cultura de la violación es la continua narrativa de que la víctima de una violación que la denuncia, es inmediatamente creída y apoyada en lugar de saber que denunciar una violación es una inversión personal, un proceso difícil que puede ser vergonzoso, violento, frustrante, doloroso y muy a menudo nada satisfactorio. La cultura de la violación es ignorar que hay muy pocos incentivos para denunciar una violación; es una terrible experiencia con una pequeña probabilidad de ver Justicia.
La cultura de la violación es que existan hospitales que no tengan instrumental específico para encontrar y preservar las pruebas de violación, que los cuerpos oficiales pongan en duda a las víctimas, que haya fiscales desmotivados, jueces hostiles, jurados que culpan a la víctima y sentencias irrisorias.
La cultura de la violación es el hecho de que los incidentes más altos de violación tienden a correlacionarse con los índices de condenas más bajos.
La cultura de la violación es el silencio alrededor de la violación en el discurso nacional y en las casas de las víctimas. La cultura de la violación es tratar a los supervivientes como si debieran avergonzarse de ello. La cultura de la violación son las familias destrozadas por denuncias de violación que son puestas en duda o ignoradas o hundidas en el fondo de un profundo y oscuro mar dentro de una cripta de hierro de secretismo y silencio.
La cultura de la violación es la cosificación de las mujeres, lo cual es parte de un deshumanizante proceso en el que el consentimiento permanece irrelevante. La cultura de la violación es tratar los cuerpos de las mujeres como si fueran propiedad pública. La cultura de la violación es el acoso callejero y los tocamientos en el transporte público, y equiparar los cuerpos violados de mujeres con un hombre caminando por la calle con objetos valiosos a la vista. La cultura de la violación es que la mayor parte de los hombres están tan lejos de la amenaza de la violación que recurrir al robo de propiedades es la cosa más cercana al abuso sexual que ellos pueden imaginar.
La cultura de la violación es tratar a niñas de 13 añoscomo trofeos para hombres considerados como grandes artistas.
La cultura de la violación es ignorar que el modo en el que los entornos laborales tratan el acceso sexual a las mujeres subordinadas, como derecho de los hombres exitosos, puede coaccionar y comprometer el consentimiento entusiasta.
La cultura de la violación es que un violador condenado reciba una ovación en Cannes, un cameo en una película exitosa y una resurrección de su carrera en la que puede bromear acerca de cómo odia ver a gente sufrir.
La cultura de la violación es que las peleas de perros causen más indignación que las violaciones de mujeres.
La cultura de la violación es la existencia de líneas borrosas entre persistencia y coacción.
La cultura de la violación es que la capacidad disminuida para consentir se tome como el camino natural de la actividad sexual.
La cultura de la violación es pretender que la agresión sexual no física, como el voyerismo, no tiene relación en absoluto con las agresiones sexuales físicas y brutales, en lugar de verlas como una violencia constante.
La cultura de la violación es minimizar la gravedad de cualquier agresión sexual, intento de agresión sexual o coacción, potencial o real, de alguna manera.
La cultura de la violación es usar la palabra “violación” para describir algo que te han hecho que no sea el sexo forzado o coaccionado. La cultura de la violación es decir cosas como “Ese cajero me violó con una enorme comisión” o “Hacienda me viola a impuestos”.
La cultura de la violación es que la violación se use como entretenimiento en películas, series, libros y videojuegos.
La cultura de la violación es que las series y las películas omitan las violaciones de situaciones en las que sería una amenaza significativa en la vida real.
La cultura de la violación es que Amazon te ofrezca productos de “violación”.
La cultura de la violación es que existan chistes sobre violaciones. La cultura de la violación es que haya camisetas con chistes de violaciones, que estén en periódicos universitarios, en vídeos caseros de soldados, en la radio, en las noticias, en las revistas, en los vídeos virales, en promociones de películas infantiles, en Page Six, en páginas de humor, en series de TV, en campañas políticas, en disfraces, en titulares, en escenarios, en política, en películas, en dibujos, en bares, en la MTV, en tatuajes, en comedias, en redes sociales, en webs, en galas de premios, en trailers, en laterales de autobuses, en instituciones culturales…
La cultura de la violación es llamar “hipersensibles” a los detritus de la cultura de la violación, en lugar de llamar “no lo suficientemente sensible” a quienes perpetúan la cultura de la violación.
La cultura de la violación es la cantidad inmensa de modos en los que la violación es tácita y abiertamente inducida y estimulada hasta saturar cada rincón de nuestra cultura tanto que la gente no es capaz de entender lo que es en realidad la cultura de la violación..
Esto es más o menos todo. Es meramente la punta de un inmenso iceberg.
Sobre el guardia civil indultado por no detener un abuso sexual
Esos días ha sido noticia que el Gobierno ha indultado a un Guardia Civil condenado por no hacer nada para detener el abuso sexual que un amigo suyo estaba perpetrando sobre la pasajera de un tren de Cercanías. Cuando se ha descubierto que este agente es hijo de un concejal del PP, las redes sociales han ardido. Me gustaría pensar que la reacción de condena (furibunda e inmediata) habría sido la misma si el padre del tipo no hubiera sido un político de derechas pero, la verdad, lo dudo.
Sin embargo, no escribo este post para quejarme del gran número de personas que han utilizado esto como excusa para atacar al Gobierno y al PP sin ir más allá, pensar qué harían ellos en una situación así o intentar averiguar lo frecuentes que son esos actos. Eso queda para otro día. Hoy quiero simplemente hablar un poco de este caso concreto, tanto de la sentencia como del indulto.
Los hechos son los siguientes: en 2011, entran en un tren Cipriano y Mario y se sientan en el mismo grupo de 4 asientos que ya ocupaba Guadalupe (nombres supuestos). En un determinado momento, Cipriano empieza a decirle obscenidades a Guadalupe, a la cual le metió mano entre las piernas. Mario, mientras tanto, hacía bromitas y grababa los hechos. Recordemos que Mario en realidad se llama Manuel Arbesú y es guardia civil en activo, aunque en ese momento no estaba de servicio.
Pues bien, esos hechos han sido condenados con una ligereza increíble. El delito de Cipriano ha sido considerado abuso sexual, en vez de agresión sexual. La diferencia está en que en el primero no hay violencia ni intimidación y en el segundo sí; sin embargo, el propio relato de los hechos dice que Guadalupe “intentaba evitarlo abandonando el lugar en el que se encontraba”. Si intentó evitarlo es porque no lo consiguió, y si no lo consiguió, ¿por qué va a ser sino por la intimidación a la que la tenían sometida los dos agresores? De hecho, todo el contexto (dos tíos ocupando todo el espacio, diciendo burradas y agrediendo a la única persona que acudió en su ayuda) es en sí bastante intimidante.
La consideración de abuso tiene una consecuencia muy importante a la hora de fijar el castigo. La pena de la agresión sexual es de uno a cinco años, pero se eleva hasta un marco muy superior (de cinco a diez años) si, como en este caso, hay dos o más agresores. La pena del abuso sexual, delito que no prevé la agravante de grupo, es de uno a tres años de prisión o de una multa. En este caso a Cipriano se le ha impuesto la pena de multa y, además, en la cuantía más baja posible: 18 meses de multa a 2 € por día. Se supone, por cierto, que la cuantía diaria se fija atendiendo a la capacidad económica del sujeto, y ésta ya tiene que ser completamente nula para que no puedas ni pagar 2 € diarios.
Pero bueno, esta decisión judicial, pese a ser injusta, no es lo peor de todo el asunto. Y no lo es porque provenía de un acuerdo entre la agredida (supongo que deseosa de terminar con todo el asunto), el fiscal y la representación de Cipriano, lo que en lenguaje técnico se llama “conformidad”. Pero en el caso de “Mario” esta conformidad no existió, y aun así la pena era ridícula. La razón es que solamente fue castigado por un delito contra la Administración de Justicia (concretamente, omisión del deber de perseguir delitos) en vez de por colaborar en el abuso sexual que cometió su amigo.
En general, quien ve un delito y no lo impide comete un simple delito de omisión del deber de socorro (o, como en este caso, del deber de perseguir delitos). Sin embargo, el Tribunal Supremo ha entendido que, en delitos sexuales donde hay varios agresores, los que permanecen pasivos no son meros autores de este delito de omisión, sino que participan en el delito sexual que está cometiendo su colega. Así, hablando de este tipo de personas, la STS 486/2002, de 12 de marzo, dice que su comportamiento no es realmente pasivo, pues “su sola presencia reforzó la voluntad delictiva del otro copartícipe, y simultáneamente sirvió para incrementar el campo intimidatorio en el que se produjo la agresión.”
Hablando más en general, el Tribunal Supremo ha dicho que, en delitos sexuales, “la presencia de los copartícipes supone una acusada superioridad y una mayor impunidad o al menos aseguramiento del designio criminal para los autores, y una correlativa intensificación de la intimidación que sufre la víctima con efectiva disminución de toda capacidad de respuesta, dando lugar todo ello a un aumento cualitativo de la gravedad de la situación” (STS 1142/2009, de 24 de noviembre). Esta doctrina está pensada para agresiones sexuales, pero nada obsta para que se aplique a abusos.
Y sin embargo, el tribunal sentenciador no la aplicó (el fiscal y la acusación particular tampoco lo pidieron), y pese a que podría haber condenado a “Mario” como cooperador necesario de los abusos sexuales le castigó simplemente como culpable de omisión del deber de socorro. El resultado: una pena de inhabilitación para cargo público durante seis meses. Esto implica que es expulsado de la Guardia Civil; cuando pasen los seis meses no se reincorpora automáticamente sino que deberá volver a entrar, superando las pruebas de acceso oportunas.
Sin embargo, a este delincuente este parón en su carrera le debe haber parecido demasiado, por lo que su padre montó una campaña de firmas para que se le indultara. Y ahora lo ha conseguido: una multa de 6 meses a 3 € diarios (una vergüenza para alguien con sueldo de funcionario) y se cancela la inhabilitación. Falta por ver si la sentencia empezó a ejecutarse antes del indulto, porque en este caso sí habría sido efectivamente expulsado de la Guardia Civil y tendría que presentarse a las pruebas de acceso si quiere reincorporarse, pero ese extremo a mí, personalmente, me da igual.
Y me da igual porque no afecta a mi sensación hacia todo este caso, que es la frustración de quien intenta coger agua en un colador. Los agresores sexuales tienen mil grietas para escaparse, de las cuales no es la menor el deseo de la víctima de terminar con todo para no seguir sufriendo un estigma que les martiriza. Y que conste que esto no va contra la agredida, que bastante valor ha demostrado atreviéndose a denunciar. Esto es algo (qué sorpresa) sistémico: acusaciones de chichinabo, jueces comprensivos y, si todo lo demás falla, el correspondiente indulto concedido tras una campaña de apoyo orquestada por papá. Esto no pasa con ningún otro delito contra las personas: intenta salir tan bien librado de una acusación de homicidio, lesiones o robo.
Pero eso sí, luego la cultura de la violación es un invento.
OTROSÍ DIGO: cuando ya tenía escrita la entrada me he enterado de que la víctima no se opuso al indulto “para evitar que (el condenado) perdiera su puesto de trabajo”. Me causa impotencia que estemos sumergidos en una educación y una cultura que hace que las víctimas pongan el puesto de trabajo (o el honor, o la reputación…) del agresor por encima de su propio derecho a recibir justicia.
Cuidado, no quiero que parezca que con esto estoy juzgando a la víctima por la decisión que ha tomado: no pretendo hacerlo, no tenía ninguna obligación de rechazar el indulto. Es simplemente que no es el primer caso que conozco de una víctima que actúa igual por respeto a la posición laboral o social del agresor. Y esas cosas desgastan.
El violador de Schrödinger: un caso práctico
Hoy me han contado una cosa desagradable.
Una chica que conozco ligó el otro día con un tío por una red social. Habían quedado hoy para “tomar un café”, que todos sabemos lo que puede significar en este contexto. Hasta que él decidió echarlo todo a rodar. Anoche, por Skype, empezó a insistir para quedar en ese mismo momento. Mi amiga le dijo que no varias veces (“no puedo”, “aún no he cenado”, “tengo que estudiar”) y al final, ante la voluntad de él de no darse por aludido, le cambió de tema. Desde entonces el tío estuvo borde y seco.
Mi amiga cerró la conversación para ir a estudiar, con un dilema grande en la cabeza: quedar o no quedar. El comportamiento del tío era inaceptable, sí, pero bien podía ser algo puntual: había tenido un mal día, a nadie le gusta que le frustren el calentón, etc. Por suerte el tío le ayudó a decidir: cuando ella volvió al ordenador se encontró con varios mensajes de él recriminándola por haber dejado Skype abierto: “si te vas a estudiar no entiendo por qué no lo cierras”, y ese rollo. Sin embargo, de los mensajes se desprendía claramente que el tío seguía queriendo quedar al día siguiente. Ante ese intento de control, mi amiga le dejó un último mensaje, rompiendo la incipiente relación y borrándole de todas las redes sociales.
Cuando me lo estaba contando, mi amiga usó una frase que me llamó la atención y que es la que motiva este post: “decidí pensar con la cabeza en vez de con el clítoris”. Me pareció muy curioso. Al fin y al cabo, ¿por qué se dice que los hombres pensamos con los genitales? No porque todos lo hagamos, sino porque si alguien lo hace, con seguridad es hombre. En otras palabras: darte el lujo de no reaccionar ante una conducta de esta clase es un privilegio que tenemos los hombres.
Mi amiga no puede permitirse dejar pasar el comportamiento de ese tío y quedar con él de todas formas, por mucho que le pudiera apetecer. Ese tío se acaba de convertir en el violador de Schrödinger para mi amiga, pues ha demostrado que el consentimiento le da igual. Si no ha respetado su negativa en algo como esto, ¿por qué iba a hacerle caso a un “no me acompañes a casa”? ¿Un “no subas”? ¿Un “no quiero acostarme contigo”? Se trata de una escalada de faltas de respeto que culmina en un delito grave, no de un asaltante en un descampado oscuro.
Sin embargo, supongamos la situación inversa: una mujer que pretende presentarse en casa de un hombre a horas intempestivas y se cabrea porque éste le dice que no. El varón se molestaría, pero sin duda podría quedar con ella otro día sin ningún miedo: ni se le pasa por la cabeza que le pueda pasar algo malo. No teme ser violado, asesinado, agredido o acosado. No ve ninguna señal de alarma cuando una mujer actúa así: como mucho queda como una anécdota.
¿A alguien le parece rara la escena que ha vivido mi amiga? ¿A alguna mujer no le suena familiar, no le ha pasado algo equiparable? ¿Algún hombre ha vivido cosas remotamente parecidas? Las agresiones sexuales son la punta del iceberg: lo asfixiante es el miedo que limita la libertad de las mujeres. En la cultura de la violación, los hombres generamos situaciones amedrentadoras para las mujeres sin ni siquiera saberlo, como parte de una rutina. O si no, ¿a santo de qué un tío que conoce a mi amiga desde hace una semana tiene que controlar si está o no está conectada a Skype? Y sin embargo, cuando él lo hable con sus amigos nadie le censurará o le dirá que ha hecho algo mal. Ese tío nunca sabrá que mi amiga ha tenido miedo de él, de sufrir un acoso o una agresión sexual por su parte.
Quiero que se me entienda bien: no le estoy justificando. Uno no puede cambiar la educación que ha recibido, pero puede intentar rebelarse contra ella. Un hombre occidental en el siglo XXI tiene recursos suficientes para poder escuchar lo que tienen que decir las mujeres sobre la forma en que son tratadas. Si decide no hacerlo, o si escucha y no hace caso, es plenamente responsable de sus acciones. La cultura y la educación no pueden servir como excusa, porque desde el mismo momento en que empleas excusas es porque sabes que algo estás haciendo mal: trabaja para cambiarlo y para no transmitirlo… o luego no te quejes si no entiendes por qué las mujeres se alejan de ti.
El acoso sexual en la cultura friki (segunda parte)
Publicamos la segunda parte de la traducción de “Ending Sexual Harassment in Geek Culture”, del bloguero Dr. NerdLove. Como ya dije en la primera parte, no estoy totalmente de acuerdo con las conclusiones, concretamente con la idea de que “un hombre de verdad no acosa” y con el tono de caballero blanco que adopta.
El silencio de las damas
Es un hecho innegable y difícil de asimilar que la cultura friki tiene un problema con las mujeres. Lo hemos mostrado una y otra vez. Tess Fowler, Anita Sarkeesian, Mattie Bryce, Zoe Quinn, Lea Hernández, Colleen Doran, Gail Simone, Kate Leth, Laura Hudson, Jennifer Hepler, Alice Mercier, Courtney Stanton o Elizabeth Sampat.
En el momento en que aparece el tema de cómo se trata a las mujeres en la cultura friki, la gente inmediatamente corre a desestimar, minimizar o desviar la conversación. Argumentarán que todo el mundo aguanta mierda online. O que las mujeres simplemente necesitan aprender a tener la piel más gruesa porque así es como juegan los mayores. Habrá gente que quiera decir “¡hay que mencionar que los chicos también soportan estas cosas!” o que se apresuren a quejarse porque no todos los hombres hacen esto. Querrán jugar al abogado del diablo o quejarse de que ellos no acosan a mujeres, por lo que es injusto para alguna gente sacar este tema, ya que implica meter a todos los hombres en el mismo saco o difamar a otros tipos bienintencionados que simplemente no abren la boca sobre esto porque no es ninguna clase de problema real porque su amiga es claramente una mujer y todo esto le parece bien y nunca ha recibido amenazas.
O que ella es lo bastante fuerte para simplemente ignorar todas estas amenazas porque quién se va a sentir asustada de verdad porque gente aleatoria suelte una diarrea verbal en Internet.
¿Y sabéis qué?
Que todo eso es una mierda.
Porque cuando la gente se apresura a resaltar que “no son todos los hombres” o que “no es un problema” realmente lo que buscan es distraer la atención de los dos problemas reales que hay aquí.
Primero: que todo esto se dirige específicamente a las mujeres porque son mujeres. Yo escribo un montón sobre feminismo. Tengo incluso mis propios haters que salen como setas en los comentarios para quejarse y darle hostias al feminismo cada vez que hablo sobre cualquier cosa. Y no solo no he recibido una centésima parte de la mierda que tiene que aguantar Asselin (o Lea Hernández o Kate Leth o cualquiera de las mujeres que he mencionado antes), sino que nunca me han amenazado de violación. Ni se lo han hecho al 99% de los escritores y blogueros varones de alto perfil que hablan de los mismos temas. Ninguno de nosotros recibe el mismo volumen de amenazas violentas o de acoso. Porque para las mujeres esto no se queda en Internet. Las sigue a todas partes.
“Lo último sobre todo esto es que algunos de estos “trolls” han publicado sobre ir a conocerme o visitar mi trabajo. Esos chicos que escriben sobre violarme” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014)
“Así que cuando esté en una convención o detrás del mostrador no podré saber qué persona de todas con las que hablo está detrás de todo esto” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014)
El segundo problema es que cuando la gente discute o desvía la conversación de este tema, están intentando distraer la atención del hecho de que las mujeres son amenazadas para acallarlas. Para hacer que se larguen. Para ahuyentarlas de la comunidad por completo. El juego “Golpea a Anita Sarkeesian” no trataba de refutar sus argumentos, iba sobre hacer que se largara la alarmante mujer que (creían) iba a quitarles sus juegos de culos y tetas. El acoso que sufrió Zoe Quinn por su juego Depression Quest fue porque la gente quería hacer que parara de hablar. Los hijos de Jennifer Hepler fueron amenazados porque a la gente no le gustaba que ella tuviera cosas que decir sobre Dragon’s Age 2, un juego que ella ayudó a escribir. Janelle Asselin recibe amenazas de violación por criticar la portada de un cómic. Kate Leth, una crítica sin reservas del acoso casual y la misoginia en la cultura friki, fue el objetivo de hombres que estaban decididos a “castigarla” por… hacer cómics que a ellos no les gustaban.
“Hay páginas de Tumblr dedicadas enteramente a pegar mi cabeza en anime de violación y porno, porque no les gusto yo o mis cómics” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014)
No son sólo comics. No son sólo juegos. Es toda la cultura friki. Y estamos dejando que este cáncer nos pudra de dentro afuera.
El falso mito de la iluminación friki
Por supuesto, parte del problema es conseguir que los frikis se dignen a reconocer que esto pasa. Y una de las formas más perniciosas que tenemos para esconderlo bajo la alfombra es pretender que somos una cultura mucho más sabia, mucho más iluminada y muy superior a la de los deportistas, los machitos o los pijos, a la de todos esos tipos que son prácticamente sinónimos de violación durante la cita o acoso sexual. Los frikis no somos los maltratadores, somos los maltratados. Somos los que no encajan.
Y aquí está el problema. Ya no somos los que no encajan. La cultura friki es cultura mainstream. Básicamente hemos ganado. Pero continuamos definiéndonos a nosotros mismos como marginados y perdedores, insistiendo en que ser un friki implica ser un tío raro con problemas de adaptación social que aun así es, de alguna manera, moral e intelectualmente superior a la gente que le rodea.
Solemos definirnos a nosotros mismos en oposición a los otros, y asumir que porque no somos X (en este caso deportistas, machitos, etc.) tampoco somos Y (maltratadores, violadores, acosadores). Nos hemos quedado atascados en la identidad de friki como extraño, pretendiendo estar excluidos. Si empezamos a cuestionar estas definiciones, entonces ¿quiénes somos? ¿Cómo se supone que vamos a identificarnos a nosotros mismos? ¿Cómo se supone que vamos a saber que, en el fondo, somos los mejores?
Es mucho más fácil pretender que esto no es un problema. Minimizar el asunto. Barrerlo debajo de la alfombra. Por eso cada vez que escuchamos sobre alguien que es acosado en nuestra cultura (online, en convenciones, en tiendas de cómic) hay tanta gente que rápidamente afirma que no es un problema de verdad. Recibimos la queja de que “no son todos los hombres” porque es más importante reforzar la superioridad inherente a la cultura friki que afrontar que esto es una parte de la comunidad grande e increíblemente visible. En vez de reforzar esa falacia del verdadero escocés y pretender que los acosadores no son una parte real de la cultura deberíamos mirar hacia el hecho de que existen y están causando daño medible. Aguantamos a los abogados del diablo que creen que es más importante considerar el punto de vista del acosador que el efecto que causa en su víctima. Soportamos a todos esos tipos de “drama no” que prefieren meterse con la persona que señala que tenemos un problema jodidamente grande que con la persona que realmente lo está causando porque quieren evitar el drama.
Y por supuesto tenemos a todos esos que simplemente odian a las mujeres y quieren que sean productos para su placer. “Prefieren” que la cultura friki tenga una atmósfera de habitación cerrada y creen que sacar de ella el acoso sexual casual es una ofensa contra Dios y los hombres.
Esta identificación por oposición, por cierto, es parte de la razón por la cual la cultura friki tiene esa relación de amor-odio con las chicas friki. Porque ser un friki es ser un “extraño” por definición. No tenemos todas las cosas guays que sí tienen los otros grupos como, ya sabes, mujeres. Esto explica por qué tantas mujeres frikis se convierten en fetiches: representan todo lo que queremos pero nos ha sido negado y terminamos deseándolas y resentidos contra ellas al mismo tiempo. Esto se liga con la idea de que las mujeres de alguna manera tienen todo el poder. ¿Y ahora ellas presumen que son parte de nuestro mundo donde se supone que nosotros tenemos el poder? ¿Esto qué es?
Así que los frikis perdemos los papeles con las mujeres e intentamos convertirlas en cómplices silenciosas del maltrato. Y, como Marjorie Liu dice con elocuencia en su blog:
“A veces parece que hablar sobre la misoginia en esta industria es como tratar con el Día de la Marmota: parece que hay un reset continuo, una amnesia colectiva masculina sobre el tema. Como si cuando una mujer abre la boca fuera por primera vez y todo el mundo estuviese estupefacto. ¿Que el sexismo existe? OH, DIOS.”
Y el resto de nosotros lo sabemos. Los hombres de la cultura friki somos oficialmente parte del problema.
El silencio es aprobación
Ahora puedo escuchar cómo muchos de vosotros montáis en cólera por la siguiente razón: nunca habéis enviado amenazas de violación, nunca habéis agredido a una mujer por tener una opinión con la que no estabais de acuerdo, nunca habéis acosado sexualmente a nadie. No sois “ese tío”.
Felicidades. Habéis llegado al punto de partida de la decencia humana. Pero no basta con “no ser ese tío”. Si no quieres que te metan en el mismo saco que los gilipollas asquerosos que tienen como objetivos las mujeres de nuestra comunidad tenéis que hablar más fuerte. Porque no es un problema de mujeres. Es un problema de hombres. Somos los hombres quienes lo causamos y somos los hombres quienes tenemos que ser la solución. Porque nuestro silencio se lo está permitiendo. Nuestro silencio se ve como aprobación. Está validando este comportamiento de mierda porque nadie alza la voz contra ellos.
“Es alentador ver que la mayoría de creadores de cómics y organizaciones permanecen en silencio, sin morder el anzuelo del melodrama de @gimpnelly” (RyanJoseph, @RyanAJoseph, 17 de abril de 2014)
Por eso no podemos seguir en silencio. No podemos pretender que es un problema de mujeres. No podemos pretender que no somos parte del problema porque no somos los acosadores. Como dije cuando escribí sobre Tess Fowler, nosotros (los hombres) tenemos que ser los que alcen la voz y hagan inaceptable este comportamiento. Tenemos que ser los que reprochemos el comportamiento de los acosadores. No escudarnos en el “no son todos los hombres” y en el “no es mi problema”.
Mirad: tenemos la plataforma. Tenemos la voz. Tenemos el privilegio masculino que dice que las voces de los hombres tienen más impacto y no son descartadas con tanta facilidad. Y necesitamos usarlo. Tenemos que ser quienes hagan la cultura friki un lugar donde esta clase de odio tóxico y abuso de mujeres sean inaceptables. No dejéis que este comportamiento quede sin señalar. Pelead contra la idea de que menospreciar, acosar o abusar de mujeres es de alguna manera una virtud masculina, que es aceptable porque “Internet, lulz” o “tíos comportándose como tíos”. Marginad a esta gente. Aisladles. Expulsadles de la comunidad: no los necesitamos y por supuesto que no los queremos.
Devolverán los golpes. Habrá gente que insista en que decir que esto es una mierda no va a valer para nada porque los trolls son así y los gilipollas no van a dejar de serlo. Que les jodan, no quieren que las cosas cambien. Habrá gente que cuestione tus motivaciones: te llamarán “caballero blanco” e insistirán en que sólo estás intentando impresionar a las chicas y follar con ellas por haberlas defendido. Que les jodan también: conocen muy bien el inmenso poder que tiene en la comunidad una voz masculina diciéndoles que su comportamiento no es aceptable. Dirán cualquier cosa que se les ocurra para distraerte, mover el blanco, desviar la conversación o darle la vuelta y ponerse a hablar de ti. No les dejes.
Si aspiramos a ser mejores tenemos que ser mejores.
No más silencio. No más aprobación tácita.
Es hora de que nos levantemos y seamos hombres.
El acoso sexual en la cultura friki (primera parte)
Traducimos aquí el artículo “Ending Sexual Harassment in Geek Culture”, del bloguero Dr. NerdLove. Me apresuro a decir que no estoy de acuerdo con todo el contenido del mismo, especialmente con ciertas frases del final (muy en la línea de “si acosas no eres un hombre de verdad”) y con todo el tono de caballero blanco salvador que impregna las conclusiones (y del cual el propio autor parece ser consciente). Sin embargo, hemos considerado necesario traducirlo porque habla de un problema, el acoso sexual en la subcultura friki, mucho más difundido de lo que parece.
Por su extensión, dividiremos la traducción en dos partes. La segunda se publicará el martes que viene.
Quiero haceros una pregunta rápida:
¿Cuál de éstas piensas que es una reacción apropiada a la crítica de una obra de arte que te gusta?
a) Una discusión sobre las diferencias en los estilos y el efecto que buscaba el artista con un ojo puesto en la viabilidad comercial del producto, las exageraciones formales congruentes con la imagen dinámica y las diferencias entre el fotorrealismo y el ideal heroico.
b) Ignorar la crítica porque no estás de acuerdo e ir a vivir tu vida.
c) Inundar el email y la página de Facebook de la mujer que hizo la crítica con “¡No puedes olvidarte de nosotros! ¡Somos infinitos! ¡No eres más que una zorra bocazas y vamos a enseñarte la única cosa para la que vales!”
Si respondiste algo distinto a (c)… bien, eres un ser humano equilibrado.
Porque, afrontémoslo: ¿qué clase de engendro de la naturaleza tienes que ser para pensar que la respuesta apropiada para alguien (quien sea) que esté en desacuerdo contigo sobre Wonder Girl es amenazar con violarla? En el reino de las sobrerreacciones absurdas, ¿hay alguna locura mayor que alguien decidiendo que la única respuesta posible a la opinión de alguien sobre Mass Effect o Altair o Viuda Negra o The Dark Knight Rises o lo que sea es prometerle que vas a dar con ella y violarla con un palo? Quiero decir que es de locos, nivel llevar los pantalones en la cabeza y embadurnar las paredes de mierda.
Y además, para muchas de mis amigas (para cada mujer que conozco que es activa en la cultura friki, de hecho) esto no es un experimento mental abstracto. Es su vida diaria. Son inundadas con amenazas anónimas que les prometen violaciones y cosas peores, porque algún tío aleatorio ha decidido que deben sufrir por el crimen de ser una mujer con una opinión online… y ellos saben cómo es tu cara y dónde vives.
Y a nadie parece importarle. Porque ésta es la nueva normalidad. Esto es lo que, aparentemente, se acepta ahora en la cultura friki.
Sí, ésta es otra columna sobre Frikis Portándose Mal. Si piensas que estás cansado de leerlas, imagina lo cansado que estoy yo de escribirlas.
Así que vamos a hablar sobre ello, ¿vale?
Janelle Asselin y la controversia de la crítica de cómic
La historia empieza, como muchas, con algo inocuo. En este caso empieza con una crítica. Janelle Asselin, una veterana del mundillo del cómic, escribió un análisis profundo e increíblemente detallado de por qué la portada del relanzamiento de Jóvenes Titanes era repugnante.
Y seamos justos: es un desastre a muchos niveles. No hay dinamismo en la imagen, ni ninguna indicación de que esos personajes estén interactuando en ningún nivel. El personaje más reconocible, Robin, está relegado por tamaño al cuarto términomientras, no sé, ¿se come una chocolatina o algo así? A la vez, apenas hay lugar para el título y todos esos pequeños detalles, aleatorios y descontextualizados (como un helicóptero de combate y un extraño avioncito de papel) que sólo sirven para embrollarlo todo sin aportar nada a la historia, la personalidad de los personajes o realmente nada que pudiera hacer que quisieras, ya sabes, comprar el cómic.
Pero seamos honestos: lo sustancial de la crítica se centra en Wonder Girl. Concretamente en sus tetas. Hay otros problemas anatómicos, pero sus tetas son el más grande porque son notablemente falsas. Como si fueran de silicona. Los pechos sin aumentar no se comportan de esa forma, especialmente sin el apoyo de un buen push-up. Y, por supuesto, la portada entera (y la mayor parte de la crítica) se centra en ellas. Las tetas de una chica que tiene, según el canon, entre 16 y 17 años.
Debería mencionar que Asselin es una veterana de la industria del cómic. Fue editora y editora asociada de una amplia variedad de títulos de DC, incluyendo Batman, Batwoman, Detective Comics, The Savage Hawkman, Birds of Prey, Robin y Gotham City Sirens, una colaboradora frecuente en Comic Book Resources y Comics Alliance, la editora de fin de semana en The Mary Sue y una investigadora académica especializada en cómics. Es decir: su trabajo era precisamente saber qué hace y qué no hace buena a una portada.
Es una crítica dura pero no terriblemente hiriente. Quiero decir, joder, yo tuve que aguantar críticas mucho más duras de mis profesores durante el breve tiempo en que estudié arte. Para ser justos, llevo algo de tiempo sin ser profesional del cómic, pero no es como si Asselin le hubiera dicho al tipo que debería cortarse los dedos con unas cizallas en vez de llamarse artista.
Naturalmente, se mantuvo la compostura. A pesar de que mucha gente pudo no estar de acuerdo con su valoración, todo el mundo coincidía en que aquello era un análisis válido y profesional de algunos defectos notables en la imagen en el marco de una discusión civilizada.
No, me estoy cachondeando de vosotros. La gente se volvió loca. Porque si hay algo que necesita defensa es una portada de mierda.
Profesionales del cómic como Breth Booth y sus fans se quejaron de que aquello era una calumnia porque Asselin no se mostraba adecuadamente reverente y ello implicaba que no era una profesional del cómic de verdad…
@Demonpuppy @gimpnelly Simplemente es despectivo e irrespetuoso para los creadores que alimentan nuestro hobby. #Casito” (RyanJoseph, @RyanAJoseph, 11 de abril de 2014)
…mientras que otros preferían directamente minimizar sus logros porque tiene vagina:
“@Gimpnelly Entonces, ¿hace cuántas décadas trabajaste en DC? ¿Eras la que servía los cafés?” (Sean, @SeanRtchfld, 13 de abril de 2014)
Pero, en lo que se ha convertido en el comportamiento de rigor para hablar con mujeres que se atreven a tener opiniones sobre cosas frikis, algunos defensores del mal gusto con iniciativa decidieron que había que hacer algo de investigación. Así, encontraron que Asselin estaba también haciendo una encuesta sobre el acoso sexual en el mundo del cómic. Naturalmente, esto significaba que Asselin, como feminista, tenía el objetivo de destruir los cómics porque eso es lo que hacen las feministas: quitarte tu derecho divino a ver tetas y culos porque que te jodan, polla con patas, ahí tienes el porqué. Y por supuesto, se le llamó feminazi, puta feminista, zorra y otros apelativos adorables, y fue acusada de tener fines oscuros porque, por supuesto, una encuesta académica sobre las experiencias de la gente en la industria del cómic debe tener un móvil ideológico.
Y entonces empezaron las amenazas de violación. Después de que estos infraseres descubrieran la encuesta, decidieron que lo mejor que podían hacer era sesgar los resultados, especialmente porque así podían usar el cuadro de diálogo del final para decirle que iban a follársela hasta que sangrara.
Porque no le gustaba una portada de cómic.
Pero qué es esta mierda.
Y, sin embargo, aquí está el meollo: esto no va de si Asselin está legítimamente asustada por su seguridad personal (ya que no ignora que se trataba de amenazas de personas que sabían qué aspecto tiene, dónde trabaja y dónde vive) o de si las amenazas son creíbles. Esto va del hecho de que es algo común que las mujeres reciban tantas amenazas que dejen de molestarles.
“No quiero mitificar la fuerza en función de la disfunción. No es algo bueno que las amenazas de violación me molesten menos ahora. Es una mierda.” (Laura Hudson, @laura_hudson, 15 de abril de 2014).
“Quieres pensar que son todos idiotas adolecentes y todo el mundo te dirá que lo ignores. La parte que da miedo es cuando deja de molestarte” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014).
Quiero reiterar que todo esto apesta: mujeres recibiendo tantas amenazas anónimas de violencia sexual que simplemente se convierten en algo normal para ellas.
Esto es en lo que estamos dejando que se convierta nuestra cultura, gente.