Cuando se habla de violaciones, a menudo nos encontramos con el miedo a las denuncias falsas. Se cree que es común que las mujeres denuncien agresiones sexuales que nunca han ocurrido y que, a causa de ello, personas inocentes acaben siendo encarceladas por un crimen que no han cometido. Pero, ¿cuál es realmente la extensión de este problema?
¿Qué son las denuncias falsas?
Para hablar con propiedad de este tema, debemos en primer lugar tener a claro a qué nos referimos cuando hablamos de una denuncia falsa. Se trata de un delito que tiene tres requisitos:
- Se imputan a otro hechos falsos que de ser ciertos constituirían delito (en este caso, de agresión o abuso sexual)
- Esta acusación se hace a sabiendas de su falsedad o con temerario desprecio a la verdad (“acusando por acusar”)
- Los hechos falsos se denuncian ante un funcionario que tenga el deber de investigarlos (fiscales, policías y jueces de Instrucción).
En muchos casos de agresión o abuso sexual, la denuncia no termina con una condena al agresor ya que no existen pruebas suficientes. Esto puede deberse a que haya pasado demasiado tiempo entre la agresión y la investigación, a las circunstancias en las que ha tenido lugar la violación, a que la investigación no haya sido lo suficientemente exhaustiva o a otros motivos. Pero la insuficiencia de las pruebas contra el agresor no prueba en ningún caso que la agresión no haya ocurrido. Sólo podemos hablar de una denuncia falsa cuando existen pruebas sólidas de que la agresión sexual a la que se refiere no ha tenido lugar.
¿Qué porcentaje de las denuncias de violación son falsas?
Cuando se discute el tema de las denuncias falsas, a menudo se cita un “estudio” de Kanin de 1994 en cuyas conclusiones se establece que el 41% de las violaciones denunciadas son falsas. Sin embargo, este estudio presenta una serie de carencias que hacen que sus conclusiones no deban considerarse como válidas:
- El estudio se basa en 109 denuncias de violación presentadas en una sola comisaría de EE UU. Se trata de una muestra demasiado pequeña y homogénea como para poder extrapolar sus conclusiones de manera general.
- No hay ningún intento de sistematizar los criterios usados para determinar si una denuncia es falsa o no, ni se compara con otras investigaciones y estudios similares.
- La determinación sobre la falsedad de las denuncias se basa exclusivamente en las afirmaciones de los policías de dicha comisaría. Estas afirmaciones no se cimentan en una investigación exhaustiva, sino en criterios personales que pueden estar influenciados por sus propios sesgos y prejuicios.
- Los métodos empleados en la comisaría a la que se refiere el estudio plantean dudas, ya que la práctica habitual durante el periodo estudiado era ofrecer al denunciante someterse a la prueba del polígrafo para determinar la veracidad de su acusación. No sólo se trata de una prueba cuya fiabilidad es más que cuestionable, sino que es posible que muchas víctimas percibieran esta “oferta” como un intento de desacreditarlas y prefiriesen retirar la denuncia a enfrentarse a este proceso.
- En suma, no se puede determinar la falsedad o certeza de una acusación sin haber hecho una investigación sólida al respecto. En consecuencia, los datos de este estudio no reúnen la credibilidad necesaria para ser considerados una fuente fiable en las discusiones sobre denuncias falsas y violación.
Aunque no son tan populares y mediáticos como el de Kenin, lo cierto es que sí que existen estudios sólidos basados en la investigación y la evidencia, realizados por investigadores independientes en diferentes países occidentales. Cuando se dan las condiciones adecuadas, los resultados oscilan entre un 2% y un 8% de denuncias falsas respecto del total de violaciones denunciadas. Estos son solo algunos ejemplos:
- Estudio del proyecto MAD (“Making A Difference”). Tras analizar 2.059 casos en 8 comunidades estadounidenses, se determinó que un 7% de las denuncias estudiadas eran falsas. Las comisarías que participaron en el proyecto recibieron formación y asistencia técnica para asegurar que se aplicaban criterios consistentes a la hora de determinar si una denuncia era falsa o no. Además, se comprobó una muestra aleatoria de casos para descartar errores en la entrada de datos.
- Estudio del British Home Office (Kelly, Lovett & Regan, 2005). Se analizaron 2.643 casos durante un periodo de 15 años. La policía llegó a la conclusión de que el 8% de las denuncias presentadas eran falsas, pero en algunos casos esta determinación estaba basada en juicios personales de los policías encargados del caso, influenciados por criterios como el uso de drogas o alcohol por parte de la víctima. Cuando los investigadores completaron la información disponible con fuentes adicionales (informes forenses, cuestionarios, entrevistas, etc.) y aplicaron criterios uniformes, esta cifra bajó al 2.5%
- Estudio de Heenan y Murrey en 2006 en Australia. Se tomaron como muestra 850 denuncias de violación, de las que se examinaron 812 casos (aquellos en los que se disponía de información suficiente) usando métodos tanto cualitativos como cuantitativos. Un 2.1% de las denuncias fueron clasificadas como falsas y se emprendieron medidas legales contra quienes las habían presentado.
La realidad es que no puede saberse con absoluta precisión el porcentaje de denuncias falsas de violación que se presentan, pero una estimación de entre el 2 y el 8% es realista y está basada en evidencias en lugar de impresiones y suposiciones. Hay que recordar también que las denuncias falsas se dan en todos los crímenes, no sólo las agresiones sexuales, y que en nuestro sistema judicial la presunción de inocencia hace muy difícil que una persona inocente acabe en la cárcel por una violación que no ha cometido. Por tanto, podemos afirmar que las denuncias falsas de violación son un problema mucho menos grave y frecuente de lo que se piensa.
Pero entonces… ¿por qué se sobrestima el número de denuncias falsas de violación?
Existe una falta de información en torno al problema de la violación que da lugar a todo tipo de estereotipos y mitos sobre qué es una “violación de verdad” y cómo son sus víctimas y perpetradores. Existe una tendencia a descreer aquellos relatos que no coinciden con el estereotipo común de la violación y a poner en duda la credibilidad o incluso la moral de la víctima. Un buen ejemplo de ello es el tratamiento que dan los medios a las acusaciones de violación contra algún personaje famoso, donde es frecuente encontrar que se cuestiona la credibilidad del acusador e incluso se le desacredita basándose en aspectos de su vida personal, su comportamiento o su aspecto físico.
En nuestra sociedad, la imagen mental que se tiene sobre una violación suele responder a estas características:
- El agresor es un desconocido.
- El violador lleva un arma y/o ejerce la violencia, dejando un gran número de evidencias físicas de lo ocurrido.
- El agresor sexual es un enfermo, loco o perturbado, no una persona “respetable”.
- La víctima denuncia inmediatamente y colabora activamente a lo largo de todo el proceso legal.
- La víctima está absolutamente segura de todos los detalles y no modifica sus declaraciones o se retracta de ellas posteriormente. Ningún detalle de sus declaraciones es falseado, omitido o exagerado.
En cambio, la realidad pocas veces se corresponde con este estereotipo, y las violaciones que responden a todas estas características son minoría:
- La mayoría de los agresores son conocidos de la víctima o incluso personas cercanas (familiares, pareja, etc). La agresión suele producirse sin que haya uso de armas o violencia física.
- Es frecuente que pasen días, semanas o incluso meses entre la agresión y la denuncia.
- En muchos casos se dan factores que afectan negativamente a la credibilidad de la víctima: personas jóvenes, sin techo, discapacitados físicos o psíquicos, uso de alcohol o drogas…
- A menudo las víctimas falsean, omiten o exageran detalles cuando relatan una violación que realmente ha tenido lugar. Existen varias razones para ello:
- El trauma impide a la víctima pensar y recordar los hechos con claridad. Su memoria también puede verse afectada por el uso de drogas o alcohol, sobre todo en casos de sumisión química.
- Cuando se ha dado más de una agresión, es frecuente mezclar y confundir los detalles de los diferentes episodios.
- La víctima puede no sentirse cómoda dando detalles de los actos sexuales realizados (por ejemplo, referirse sólo a penetración vaginal cuando también se ha dado la anal u oral).
- Si la víctima tiene una relación cercana con el agresor, puede querer protegerle en cierta medida o recibir amenazas y presiones para cambiar sus declaraciones.
- La víctima puede omitir detalles que puedan minar su credibilidad, como es el uso de drogas y alcohol o la prostitución, así como ilegalidades que haya cometido (por ejemplo hallarse en situación irregular en el país).
- También es común que la víctima modifique detalles para crear un caso más “creíble”, es decir, que responda de manera más cercana a los estereotipos antes citados. Ello puede deberse a la culpa, la vergüenza o el miedo a no ser creída.
Este tipo de estereotipos están muy arraigados en la sociedad y no sólo afectan a la víctima y a quienes le rodean sino también, por desgracia, a los encargados de investigar su caso. Por ello, muchas denuncias de violación no reciben la atención que merecen.
En España, además de los mitos y estereotipos citados, suele darse la confusión entre las denuncias falsas por violencia de género y las denuncias por agresión sexual. En la legislación actual, la condición de víctima de violencia de género permite optar a diferentes servicios: ayudas sociales, asistencia jurídica gratuita a la hora de litigar, acceso prioritario a vivienda… además de que la custodia de los hijos nunca puede quedar en manos de alguien incurso en un proceso penal (no ya condenado) por cualquier delito que implique violencia doméstica. Dado que tanto los malos tratos como la violencia sexual afectan predominantemente a mujeres, muchos piensan que denunciar una agresión sexual está automáticamente amparado bajo la ley de Violencia de Género. Esta confusión se da incluso en titulares de periódico, como esta noticia de Público (el titular debería leer “Una red simulaba violencia doméstica para cobrar ayudas y regularizar inmigrantes”). No vamos a entrar a valorar la Ley de Violencia de Género y sus repercusiones puesto que queda fuera del alcance de esta web, pero sí nos parece importante aclarar que se trata de problemas y de marcos legales muy distintos.
Conclusiones
Presentar una denuncia falsa de violación o de cualquier otro crimen es un delito penado con 6 meses a 2 años de prisión y 12 a 24 meses de multa para delitos graves como las violaciones y 12 a 24 meses de multa para abusos o agresiones. Además, las denuncias falsas perjudican a las víctimas reales de violencia sexual, contribuyendo a minar su credibilidad. Sin embargo, se trata de una práctica poco frecuente, cuya importancia se sobrestima debido a estereotipos, mitos y concepciones erróneas sobre la violación. En nuestra opinión, el problema más importante y urgente es que cada año se denuncian miles de agresiones sexuales en España y otras muchas más son silenciadas. Quizás deberíamos dedicar más tiempo y energías a prevenir la violencia sexual y a ayudar a sus víctimas, y menos a usar las denuncias falsas como justificación para no tomar las medidas necesarias.
Para más información (incluyendo otros estudios que corroboran la estimación del 2-8%): False Reports: Moving Beyond the Issue
Sobre las fuentes de la infografía que ilustra esta noticia: