En los últimos días se ha difundido información sobre un “artista de la seducción” que responde al nombre de Álvaro Reyes. Frente a la justa indignación que han levantado las lecciones de este sujeto, se ha podido leer a fans, clientes y defensores del mismo preguntando qué hay de malo en las técnicas que emplea Reyes. Para contestar traducimos este post escrito por Phaedra Starling en 2009 sobre cómo puede sentirse una mujer cuando un hombre se acerca a ligar con ella.
Gracias por leerme, caballeros.
Déjame que empiece asegurándote que entiendo que eres una buena persona. Eres amable con los niños y los animales, respetas a tus mayores, donas dinero a ONGs, cuentas chistes sin reírte de tu propia gracia, respetas a las mujeres, te gustan las mujeres… De hecho, de verdad te gustaría tener una relación sexual cariñosa y mutuamente respetuosa con una mujer. Por desgracia no conoces todavía a esa mujer: no trabaja contigo, no os la han presentado amigos comunes ni coincidís en las mismas actividades. Así que tienes que salir ahí fuera a buscarla.
Hasta aquí todo bien. La señora Corazones Solitarios, tu humilde instructora, está de acuerdo. Conexión humana, amor, romanticismo… no hay nada de malo en esos anhelos.
Ahora, quieres conocer a una mujer que has visto en público. Lo primero que tienes que entender es que esa mujer tiene que tratar con una serie de retos y preocupaciones que a ti, como hombre, te resultan extraños. Para empezar, nosotras preferimos que nadie nos asesine o nos agreda violentamente de cualquier otra forma.
“¡Pero espera! ¡No quiero hacerle nada de eso!”
Bueno, no. Pero ¿tú piensas sobre eso todo el tiempo? ¿La prevención de una agresión violenta o de un asesinato es parte de tu rutina diaria, en vez de ser algo que sólo haces cuando te aventuras en zonas de guerra? Porque, para las mujeres, lo es. Cuando voy a una cita, siempre dejo el nombre completo del hombre e información de contacto escrita cerca del monitor de mi ordenador. Es para que los policías puedan encontrar mi cuerpo si desaparezco. Mi mejor amiga me llamará o me mandará un e-mail a la mañana siguiente, y debo contestar antes del mediodía o empieza a preocuparse. Si no ha sabido de mí hacia las tres de la tarde, llamará a la policía. Mis actividades después del anochecer son limitadas. A menos que esté en un espacio densamente ocupado y bien iluminado, no salgo sola. Incluso entonces, prefiero tener conmigo a una amiga o dos, o a mis perros. ¿Sigues reglas de ese tipo?
Así que cuando tú, un desconocido, te acercas a mí, tengo que preguntarme a mí misma: ¿va a violarme este hombre?
¿Crees que me estoy pasando? Una de cada seis mujeres estadounidenses será agredida sexualmente durante su vida. Apuesto a que no piensas que conoces a ningún violador, pero considera simplemente el número de violaciones que ocurren. Estas violaciones no son todas cometidas por Philip Garrido, Brian David Mitchell u otros miembros de la Hermandad del Pelo Siniestro y la Religión Hecha en Casa. Aunque tú asumas que ninguno de los hombres que conoces son violadores, puedo asegurarte que al menos uno lo es. Ten en cuenta lo siguiente: si cada violador comete una media de diez violaciones (un número horrible, ¿no?) entonces la concentración de violadores en la población es de más o menos uno por cada sesenta hombres. Esto quiere decir cuatro en el último curso de mi instituto, uno entre mis compañeros de trabajo, uno en el vagón del metro en hora punta, once que hacen ejercicio en mi gimnasio. ¿Cómo sé que tú, el chico agradable que no quiere nada más que compañía y Amor Verdadero, no eres este violador?
No lo sé.
Cuando te acercas a mí en público, eres el violador de Schrödinger. Puedes ser o no un hombre que viole. No lo sabré con seguridad a menos que empieces a agredirme. No puedo ver dentro de tu cabeza y no conozco tus intenciones. Si esperas que confíe en ti, que acepte sin dudar que eres un buen tío, no sólo fallas en respetar mi cautela razonable sino que te estás despreocupando de mi seguridad personal.
Por suerte, eres un buen tío, ya lo hemos establecido. Ahora que estás advertido de que hay un problema, vas a poner todos los medios para arreglarlo y para hacer que las mujeres con las que interactúas se sientan tan seguras como sea posible.
Para empezar, debes aceptar que yo marco mi propia tolerancia al riesgo. Cuando te acercas a mí, empezaré a evaluar la posibilidad de que me hagas daño. Esa posibilidad nunca es de 0. Para algunas mujeres, particularmente aquellas que han sido víctimas de agresiones violentas, cualquier nivel de riesgo es inaceptable. Esas mujeres no quieren que nadie se les acerque, no importa lo majo que seas o lo mucho que te gustaría tener una cita con ellas. ¿OK? Es su derecho. No te pongas gilipollas con este tema. Las mujeres no tienen la obligación de escuchar las ofertas de los vendedores antes de decidir si van al mercado.
El segundo punto importante dice que tienes que preocuparte de qué señales estás enviando por tu apariencia y por el contexto. Vamos a prestar mucha atención a tu apariencia y comportamiento y comparar todos esos signos con nuestra idea de lo que es una amenaza.
Esto quiere decir que algunos hombres no deberían nunca acercarse a mujeres desconocidas en público. Especialmente si tienes estándares de higiene personal verdaderamente inusuales, si eres el profeta de tu propia religión o si tienes tatuajes de símbolos de bandas o de cucarachas a todo color por toda la cara y el cuello, nunca vas a recibir una buena respuesta si te acercas a una mujer en frío. Esto no significa que estés condenado a una vida de soledad, pero te sugiero que empieces ligando en Internet, donde puedes “apagar” tus rasgos inusuales y encontrar a una mujer que los aprecie.
¿Llevas una camiseta haciendo un chiste sobre violaciones? NO ES UNA BUENA ELECCIÓN; no lo es en general y por supuesto no lo es cuando te acercas a una extraña.
Presta atención al contexto. Mira a tu alrededor. ¿Estás en un callejón oscuro? Entonces probablemente no deberías acercarte a una mujer e intentar entablar una conversación. Lo mismo se aplica si estás solo con una mujer en la mayoría de lugares públicos. Si el lugar público es un área cerrada (un vagón de metro, un ascensor, un autobús), aunque haya mucha gente, puedes no darte cuenta de que las posibilidades que tiene una mujer para huir en caso de amenazas son limitadas. Pregúntate a ti mismo: “si yo fuera peligroso, ¿estaría esta mujer segura en este espacio conmigo?” Si la respuesta es no, entonces no es apropiado que te acerques a ella.
En el otro lado, si ambos estáis en la iglesia acompañados por vuestras madres que son amigas de toda la vida, la mujer está en un ambiente que le da la mayor sensación de seguridad posible. Esto no quiere decir que esté 100% segura, pero las probabilidades son bastante buenas.
El tercer punto: las mujeres se están comunicando todo el rato. Aprende a entender y respetar esta comunicación.
Quieres decirle “hola” a esa chica tan mona del metro. ¿Cómo reaccionará? Por suerte, puedo decírtelo con algo de certeza, porque ella ya está enviándote mensajes. Si mira por la ventana, lee un libro, trabaja en un ordenador, tiene los brazos cruzados sobre el pecho o el cuerpo lejos de ti, eso significa “no molestar”. Así que, ya sabes, no la molestes. En serio. Incluso para decir que te gusta su pelo, zapatos o libro. Un cumplido no es siempre una razón para que las mujeres te sonrían y te den las gracias. Eres una amenaza, ¿recuerdas? Eres el violador de Schrödinger. No asumas que lo que sea que tengas que decir te la ganará con tu encanto o con halagos. Tómate en serio lo que está indicando y déjala en paz.
Si hablas y responde con monosílabos y sin mirarte, ella está diciendo “no quiero ser desagradable, pero por favor, déjame en paz.” No sabes por qué. Podría ser “por favor, déjame en paz porque estoy intentando memorizar Beowulf.” Podría ser “por favor, déjame en paz porque eres un tío inquietante con el pecho como un toro.” Podría ser “por favor, déjame en paz porque estoy planeando el asesinato de una importante figura geopolítica y tendré que matarte si eres capaz de reconocerme y echar a perder mi falsa identidad.”
En sentido contrario, si está vuelta hacia ti, hace contacto visual y responde de forma amigable y locuaz cuando hablas con ella, eso significa luz verde. Puedes continuar hablando hasta que empieces a recibir señales para que retrocedas.
El cuarto punto: si la cagas a la hora de respetar lo que dicen las mujeres, te acabas de catalogar como un problema.
Hay un hombre con el cual salí para una única cita (un café por la tarde, durante una hora) el 25 de julio. En los dos días posteriores, me envió cerca de quince e-mails, regañándome por mi baja receptividad. Le respondí diciéndole “Mira, esta es una respuesta desproporcionada para una única cita. Me estás haciendo sentir incómoda. No vuelvas a contactar conmigo.” Estamos a 7 de octubre. ¿Todavía me escribe?
Por supuesto que lo hace. Más o menos cada dos semanas.
Este hombre puntúa más alto en la escala de amenazas que el hombre con los tatuajes de cucarachas, que, después de todo, no es culpable de nada más que de tener un mal gusto terrible. Ya ves, el señor E-Mail ha dejado claro que ignora lo que digo cuando él quiere algo de mí. No sé si es un violador de verdad, y sinceramente espero que no, pero es ciertamente el violador de Schrödinger, y este violador de Schrödinger en particular tiene una probabilidad superior a una entre sesenta. Porque un hombre que ignora el “no” de una mujer en una interacción no sexual es más probable que ignore ese “no” en una sexual, simplemente.
Así que, si hablas con una mujer que está ocupada en otra cosa, estás enviando un mensaje sutil: que tu deseo de interactuar supera su derecho de que la dejen en paz. Si mantienes una conversación que ella está intentando cortar, envías un mensaje: que tu deseo de hablar supera su derecho de que la dejen en paz. Y cada uno de esos mensajes indica que crees que tus deseos son una razón legítima para pasar por encima de sus derechos.
Para las mujeres, que están observándote de cerca para determinar cuánto tienes de amenaza, éste es un dato importante.
El quinto y último punto: no violes. No cometas tampoco delitos menos graves: no agredas, no metas mano, no obligues, no alardees, no te exhibas, no amenaces con violencia física, no amenaces con violencia sexual.
¿Debería ser innecesario decir esto? Por supuesto que debería. Por desgracia éste no es el mundo en el que yo vivo. Deberías empezar a darte cuenta de que tampoco es el mundo en el que tú vives.
La señora Corazones Solitarios te desea felicidad y éxito en tu búsqueda de compañía romántica.