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Blog sobre violencia sexual abierto a colaboraciones de todo tipo: artículos de opinión, datos y estadísticas, activismo, noticias… Si tú o alguien que conoces ha sido víctima de una agresión sexual, te recomendamos que visites www.mehanviolado.com

¿Qué es la cultura de la violación?

Traducción de un texto de Melissa McEwan publicado en Shakesville.com

A menudo recibo peticiones para proporcionar una definición de lo que es la “cultura de la violación”. Y he redirigido a la gente a la entrada de Wikipedia, que es bastante buena y me gusta la definición proporcionada en Transformar una Cultura de Violación:

 

Una cultura de violación es un conjunto de creencias que estimula la agresión sexual masculina y apoya la violencia contra las mujeres. Es una sociedad donde la violencia se considera sexy y la sexualidad violenta. En una cultura de la violación, las mujeres reciben una continua amenaza de violencia que abarca desde comentaros sexuales a tocamientos o violación en sí. Una cultura de la violación aprueba el terrorismo emocional y físico contra las mujeres como norma.

En una cultura de la violación, mujeres y hombres asumen que la violencia sexual es un hecho en la vida, inevitable como la muerte o los impuestos. Esta violencia, sin embargo, no es una orden biológica o divina. Mucho de lo que aceptamos como inevitable es, de hecho, la expresión de valores y actitudes que pueden cambiar.

 

Pero mis colegas (sean ingenuas novatas recién llegadas al feminismo, feministas avanzadas buscando fuentes o escépticas acerca de la existencia de la cultura de violación) siempre parecen estar buscando algo más completo y menos abstracto: ¿Qué es la cultura de la violación? ¿Cuáles son sus límites? ¿Qué parece, cómo suena, cómo se siente?

No es una definición lo que están buscando; no realmente. Es una descripción. Algo bastante sustancial para extender y tocar en toda su fea, vomitiva y tremenda amenaza.

La cultura de la violación es alentar la agresión sexual masculina. La cultura de la violación es considerar que la violencia es sexy y la sexualidad violenta. La cultura de la violación es tratar la violación como un cumplido, o como la pasión desenfrenada de un hombre saludable hacia una mujer preciosa haciendo irresistible la necesidad de  rasgar su corpiño o empujarla contra la pared, o una valla de hierro forjado, o el capó de un coche, o tirar de su pelo, o tirarla en la cama, o cualquiera de los millones de imágenes de lucha sexual en películas o series y en las portadas de novelas románticas que vienen a decir que los deseos violentos están indisolublemente ligados a la (hetero)sexualidad.

La cultura de la violación es establecer la heterosexualidad como norma. La cultura de la violación es ligar la homosexualidad con prácticas sexuales no consentidas como pedofilia (tercera acepción) o zoofilia. La cultura de la violación es proporcionar privilegios  a la heterosexualidad porque la imagen de dos adultos del mismo sexo entablando relaciones igualitarias sin dominación y sumisión basadas en el género debilita las (erróneas) razones biológicas para la existencia de la cultura de la violación.

La cultura de la violación es que la violación sea usada como arma, herramienta de guerra, genocidio u opresión. La cultura de la violación es que la  violación sea usada como un correctivo para “curar” a las lesbianas. La cultura de la violación es una cultura militarizada y “producto natural de todas las guerras, sea donde sea, en todos los tiempos, en todas las formas”.

La cultura de la violación es que uno de cada 33 hombres sea acosado sexualmente en su vida. La cultura de la violación es animar a los hombres a usar el lenguaje de violación para establecer dominación sobre la otra persona (“Nos los vamos a follar”). La cultura de la violación es hacer de la violación una parte omnipresente en las asociaciones exclusivas de hombres. La cultura de la violación es ignorar la necesidad de la reforma de las prisiones de hombres en parte porque la amenaza de ser violado se considera aceptable castigo por haber cometido un crimen y la amenaza sólo funciona si los hombres son violados.

La cultura de la violación es que 1 de cada 6 mujeres sea agredida sexualmente en su vida. La cultura de la violación es no hablar siquiera acerca de la realidad de que muchas mujeres son agredidas varias veces a lo largo de su vida. La cultura de la violación es el modo en que la amenaza constante afecta a la vida diaria de las mujeres. La cultura de la violación es decir a las chicas y mujeres que tengan cuidado con: lo que visten, cómo lo visten, por dónde caminan, cuándo caminan, con quién hablan, en quién confían, lo que hacen, con quién lo hacen, lo que beben, cuánto beben, si hacen contacto visual, si están solas, si están con un extraño, si están en un grupo, si es de noche, si la zona es desconocida, qué tipo de zapatos llevan en caso de tener que salir corriendo, qué tipo de bolso llevan, qué tipo de joyería llevan, qué hora es, qué calle es, qué ambiente es, con cuánta gente se acuestan, con qué tipo de gente se acuestan, quiénes son sus amigos, a quién dan su número, quién está cerca cuando viene el repartidor. La cultura de la violación es “aconsejar”: alquilar un apartamento en el que puedan ver quién está en la puerta antes de que puedan ser vistas, comprobar antes de abrir la puerta al repartidor, tener un perro o una cosa que ladre, buscarse un compañero de piso, ir a clases de defensa personal, estar siempre alerta, prestar atención, vigilar su espalda, estar atenta a sus alrededores  y nunca bajar la guardia ni un sólo momento no sea que las agredan sexualmente y si lo han sido y no siguieron todas de estas reglas: es culpa suya.

La cultura de la violación es culpar a la víctima. La cultura de la violación es que un juez culpe a una niña de su propia violación. La cultura de la violación es que un cura culpe a sus propias víctimas. La cultura de la violación es acusar a un niño de disfrutar de ser secuestrado, violado y torturado. La cultura de la violación es perder cantidades enormes de tiempo en encontrar una razón para que la víctima pueda ser culpable de su propia violación.

La cultura de la violación es que los jueces banalicen sobre el uso de la palabra violación en la sala de un juzgado. La cultura de la violación es ver a los medios usar eufemismos para la agresión sexual. La cultura de la violación es que las historias sobre violaciones sean exhibidas en las “noticias raras”.

La cultura de la violación es asignar a las víctimas la carga de la prevención de las violaciones. La cultura de la violación es animar a las mujeres a tomar clases de autodefensa pensando que es la única solución para prevenir una violación. La cultura de la violación es aconsejar a las mujeres a que “tengan sentido común” o “sean más responsables” o “estén al tanto de los riesgos de los bares” o “eviten esos lugares” o “que no vistan de tal manera” y no aconsejar a los hombres que no violen.

La cultura de la violación es “nada”, que es la respuesta más frecuente a la pregunta “¿qué te han enseñado sobre las violaciones?”

La cultura de la violación es que niños de menos de 10 años sepan cómo violar.

La cultura de la violación es la idea de que sólo cierta gente viola y sólo cierta gente es violada. La cultura de la violación es ignorar que lo que tienen en común los violadores es que violan. Violan a personas fuertes o débiles, inteligentes o tontas, personas que se defienden y personas que se rinden sólo para que se acabe, personas promiscuas o mojigatas, personas ricas o pobres, personas altas o bajas, personas gordas o delgadas, personas sordas o no, personas de cualquier raza, forma, tamaño, capacidad y circunstancias.

La cultura de la violación es la afirmación de que las prostitutas no pueden ser violadas. La cultura de la violación es la afirmación de que las esposas no pueden ser violadas. La cultura de la violación es la opinión de que sólo las chicas monas pueden ser violadas.

La cultura de la violación es negarse a saber que la única cosa que las víctimas de violaciones comparten es la puta mala suerte. La cultura de la violación es negarse a saber que la única cosa que una persona puede hacer para evitar una violación es no estar nunca en la misma habitación que un violador. La cultura de la violación es evitar hablar de lo absurdamente inaceptable que es esa expectativa, dado que los violadores no se anuncian a sí mismos llevando señales luminosas.

La cultura de la violación es la gente que en lugar de protegerte, como se les presupone, te viola – como padres, profesores, curas, policías, soldados

La cultura de la violación es que un violador en serie nombrado miembro de un panel federal tome decisiones sobre la salud de las mujeres.

La cultura de la violación es una resolución judicial que dice que las mujeres no pueden retirar el consentimiento una vez que el sexo comienza.

La cultura de la violación es un colectivo clasificando a los violadores:

  • El violador “normal” (cuyo crimen es más parecido al “son cosas de chiscos”) es un hombre que fuerza una mujer atractiva.
  • El violador “morboso” es el que va detrás de niños, mujeres mayores, discapacitados, víctimas en coma – personas que no pueden defenderse, aquellas cuya violación es difícil de imaginar atractiva Nada que ver con la violación “de chicas guapas”, tan fácilmente observable en una lucha sexual fantástica con gritos y retorcimientos y su posterior rendición al “cumplido” de ser violada.

La cultura de la violación es la insistencia en intentar distinguir entre diferentes tipos de violaciones con el uso de términos como “gray rape” o “date rape”.

La cultura de la violación son las constantes narrativas acerca de la violación que existen a pesar de las evidencias de lo contrario. La cultura de la violación son las constantes imágenes de violaciones de extraños, aunque es tres veces más probable que una mujer sea violada por alguien que conoce que por un extraño, y nueve veces más probable que lo sea en su casa, en casa de alguien que conoce o en cualquier otro sitio que en la calle. Esto es lo que se conoce como un “date rape” (violación en citas) y es de lejos el tipo más común de violación.

La cultura de la violación es la constante insistencia de que las denuncias falsas son comunes, teniendo en cuenta que son menos comunes (2%) que las denuncias falsas por robo (2.6%). La cultura de la violación son las constantes afirmaciones de que las mujeres hacen acusaciones de violaciones a tontas y a locas, cuando el 61% de las violaciones aún no son denunciadas.

La cultura de la violación es la constante narrativa de que hay un comportamiento  típico después de ser violada, en lugar de reconocer que las respuestas a las violaciones son tan variadas como sus víctimas. Que inmediatamente después de una violación algunas mujeres entran en shock, otras permanecen lúcidas, otras están enfadadas, otras avergonzadas; unas estoicas, otras erráticas; unas quieren denunciarlo, otras no; algunas lo contarán, otras lo llevarán por dentro; algunas tendrán una vida sexual saludable, otras nunca volverán a tenerla.

La cultura de la violación es la continua narrativa de que la víctima de una violación que la denuncia, es inmediatamente creída y apoyada en lugar de saber que denunciar una violación es una inversión personal, un proceso difícil que puede ser vergonzoso, violento, frustrante, doloroso y muy a menudo nada satisfactorio. La cultura de la violación es ignorar que hay muy pocos incentivos para denunciar una violación; es una terrible experiencia con una pequeña probabilidad de ver Justicia.

La cultura de la violación es que existan hospitales que no tengan instrumental específico para encontrar y preservar las pruebas de violación, que los cuerpos oficiales pongan en duda a las víctimas, que haya fiscales desmotivados, jueces hostiles, jurados que culpan a la víctima y sentencias irrisorias.

La cultura de la violación es el hecho de que los incidentes más altos de violación tienden a correlacionarse con los índices de condenas más bajos.

La cultura de la violación es el silencio alrededor de la violación en el discurso nacional y en las casas de las víctimas. La cultura de la violación es tratar a los supervivientes como si debieran avergonzarse de ello. La cultura de la violación son las familias destrozadas por denuncias de violación que son puestas en duda o ignoradas o hundidas en el fondo de un profundo y oscuro mar dentro de una cripta de hierro de secretismo y silencio.

La cultura de la violación es la cosificación de las mujeres, lo cual es parte de un deshumanizante proceso en el que el consentimiento permanece irrelevante. La cultura de la violación es tratar los cuerpos de las mujeres como si fueran propiedad pública. La cultura de la violación es el acoso callejero y los tocamientos en el transporte público, y equiparar los cuerpos violados de mujeres con un hombre caminando por la calle con objetos valiosos a la vista. La cultura de la violación es que la mayor parte de los hombres están tan lejos de la amenaza de la violación que recurrir al robo de propiedades es  la cosa más cercana al abuso sexual que ellos pueden imaginar.

La cultura de la violación es tratar a niñas de 13 añoscomo trofeos para hombres considerados como grandes artistas.

La cultura de la violación es ignorar que el modo en el que los entornos laborales tratan el acceso sexual a las mujeres subordinadas, como derecho de los  hombres exitosos, puede coaccionar y comprometer el consentimiento entusiasta.

La cultura de la violación es que un violador condenado reciba una ovación en Cannes, un cameo en una película exitosa y una resurrección de su carrera en la que puede bromear acerca de cómo odia ver a gente sufrir.

La cultura de la violación es que las peleas de perros causen más indignación que las violaciones de mujeres.

La cultura de la violación es la existencia de líneas borrosas entre persistencia y coacción.

La cultura de la violación es que la capacidad disminuida para consentir se tome como el camino natural de la actividad sexual.

La cultura de la violación es pretender que la agresión sexual no física, como el voyerismo, no tiene relación en absoluto con las agresiones sexuales físicas y brutales, en lugar de verlas como una violencia constante.

La cultura de la violación es minimizar la gravedad de cualquier agresión sexual, intento de agresión sexual o coacción, potencial o real, de alguna manera.

La cultura de la violación es usar la palabra “violación” para describir algo que te han hecho que no sea el sexo forzado o coaccionado. La cultura de la violación es decir cosas como “Ese cajero me violó con una enorme comisión” o “Hacienda me viola a impuestos”.

La cultura de la violación es que la violación se use como entretenimiento en películas, series, libros y videojuegos.

La cultura de la violación es que las series y las películas omitan las violaciones de situaciones en las que sería una amenaza significativa en la vida real.

La cultura de la violación es que Amazon te ofrezca productos de “violación”.

La cultura de la violación es que existan chistes sobre violaciones. La cultura de la violación es que haya camisetas con chistes de violaciones, que estén en periódicos universitarios, en vídeos caseros de soldados, en la radio, en las noticias, en las revistas, en los vídeos virales, en promociones de películas infantiles, en Page Six, en páginas de humor, en series de TV, en campañas políticas, en disfraces, en titulares, en escenarios, en política, en películas, en dibujos, en bares, en la MTV, en tatuajes, en comedias, en redes sociales, en webs, en galas de premios, en trailers, en laterales de autobuses, en instituciones culturales…

La cultura de la violación es llamar “hipersensibles” a los detritus de la cultura de la violación, en lugar de llamar “no lo suficientemente sensible” a quienes perpetúan la cultura de la violación.

La cultura de la violación es la cantidad inmensa de modos en los que la violación es tácita y abiertamente inducida y estimulada hasta saturar cada rincón de nuestra cultura tanto que la gente no es capaz de entender lo que es en realidad la cultura de la violación..

Esto es más o menos todo. Es meramente la punta de un inmenso iceberg.

Sobre el guardia civil indultado por no detener un abuso sexual

Esos días ha sido noticia que el Gobierno ha indultado a un Guardia Civil condenado por no hacer nada para detener el abuso sexual que un amigo suyo estaba perpetrando sobre la pasajera de un tren de Cercanías. Cuando se ha descubierto que este agente es hijo de un concejal del PP, las redes sociales han ardido. Me gustaría pensar que la reacción de condena (furibunda e inmediata) habría sido la misma si el padre del tipo no hubiera sido un político de derechas pero, la verdad, lo dudo.

Sin embargo, no escribo este post para quejarme del gran número de personas que han utilizado esto como excusa para atacar al Gobierno y al PP sin ir más allá, pensar qué harían ellos en una situación así o intentar averiguar lo frecuentes que son esos actos. Eso queda para otro día. Hoy quiero simplemente hablar un poco de este caso concreto, tanto de la sentencia como del indulto.

Los hechos son los siguientes: en 2011, entran en un tren Cipriano y Mario y se sientan en el mismo grupo de 4 asientos que ya ocupaba Guadalupe (nombres supuestos). En un determinado momento, Cipriano empieza a decirle obscenidades a Guadalupe, a la cual le metió mano entre las piernas. Mario, mientras tanto, hacía bromitas y grababa los hechos. Recordemos que Mario en realidad se llama Manuel Arbesú y es guardia civil en activo, aunque en ese momento no estaba de servicio.

Pues bien, esos hechos han sido condenados con una ligereza increíble. El delito de Cipriano ha sido considerado abuso sexual, en vez de agresión sexual. La diferencia está en que en el primero no hay violencia ni intimidación y en el segundo sí; sin embargo, el propio relato de los hechos dice que Guadalupe “intentaba evitarlo abandonando el lugar en el que se encontraba”. Si intentó evitarlo es porque no lo consiguió, y si no lo consiguió, ¿por qué va a ser sino por la intimidación a la que la tenían sometida los dos agresores? De hecho, todo el contexto (dos tíos ocupando todo el espacio, diciendo burradas y agrediendo a la única persona que acudió en su ayuda) es en sí bastante intimidante.

La consideración de abuso tiene una consecuencia muy importante a la hora de fijar el castigo. La pena de la agresión sexual es de uno a cinco años, pero se eleva hasta un marco muy superior (de cinco a diez años) si, como en este caso, hay dos o más agresores. La pena del abuso sexual, delito que no prevé la agravante de grupo, es de uno a tres años de prisión o de una multa. En este caso a Cipriano se le ha impuesto la pena de multa y, además, en la cuantía más baja posible: 18 meses de multa a 2 € por día. Se supone, por cierto, que la cuantía diaria se fija atendiendo a la capacidad económica del sujeto, y ésta ya tiene que ser completamente nula para que no puedas ni pagar 2 € diarios.

Pero bueno, esta decisión judicial, pese a ser injusta, no es lo peor de todo el asunto. Y no lo es porque provenía de un acuerdo entre la agredida (supongo que deseosa de terminar con todo el asunto), el fiscal y la representación de Cipriano, lo que en lenguaje técnico se llama “conformidad”. Pero en el caso de “Mario” esta conformidad no existió, y aun así la pena era ridícula. La razón es que solamente fue castigado por un delito contra la Administración de Justicia (concretamente, omisión del deber de perseguir delitos) en vez de por colaborar en el abuso sexual que cometió su amigo.

En general, quien ve un delito y no lo impide comete un simple delito de omisión del deber de socorro (o, como en este caso, del deber de perseguir delitos). Sin embargo, el Tribunal Supremo ha entendido que, en delitos sexuales donde hay varios agresores, los que permanecen pasivos no son meros autores de este delito de omisión, sino que participan en el delito sexual que está cometiendo su colega. Así, hablando de este tipo de personas, la STS 486/2002, de 12 de marzo, dice que su comportamiento no es realmente pasivo, pues “su sola presencia reforzó la voluntad delictiva del otro copartícipe, y simultáneamente sirvió para incrementar el campo intimidatorio en el que se produjo la agresión.”

Hablando más en general, el Tribunal Supremo ha dicho que, en delitos sexuales, “la presencia de los copartícipes supone una acusada superioridad y una mayor impunidad o al menos aseguramiento del designio criminal para los autores, y una correlativa intensificación de la intimidación que sufre la víctima con efectiva disminución de toda capacidad de respuesta, dando lugar todo ello a un aumento cualitativo de la gravedad de la situación” (STS 1142/2009, de 24 de noviembre). Esta doctrina está pensada para agresiones sexuales, pero nada obsta para que se aplique a abusos.

Y sin embargo, el tribunal sentenciador no la aplicó (el fiscal y la acusación particular tampoco lo pidieron), y pese a que podría haber condenado a “Mario” como cooperador necesario de los abusos sexuales le castigó simplemente como culpable de omisión del deber de socorro. El resultado: una pena de inhabilitación para cargo público durante seis meses. Esto implica que es expulsado de la Guardia Civil; cuando pasen los seis meses no se reincorpora automáticamente sino que deberá volver a entrar, superando las pruebas de acceso oportunas.

Sin embargo, a este delincuente este parón en su carrera le debe haber parecido demasiado, por lo que su padre montó una campaña de firmas para que se le indultara. Y ahora lo ha conseguido: una multa de 6 meses a 3 € diarios (una vergüenza para alguien con sueldo de funcionario) y se cancela la inhabilitación. Falta por ver si la sentencia empezó a ejecutarse antes del indulto, porque en este caso sí habría sido efectivamente expulsado de la Guardia Civil y tendría que presentarse a las pruebas de acceso si quiere reincorporarse, pero ese extremo a mí, personalmente, me da igual.

Y me da igual porque no afecta a mi sensación hacia todo este caso, que es la frustración de quien intenta coger agua en un colador. Los agresores sexuales tienen mil grietas para escaparse, de las cuales no es la menor el deseo de la víctima de terminar con todo para no seguir sufriendo un estigma que les martiriza. Y que conste que esto no va contra la agredida, que bastante valor ha demostrado atreviéndose a denunciar. Esto es algo (qué sorpresa) sistémico: acusaciones de chichinabo, jueces comprensivos y, si todo lo demás falla, el correspondiente indulto concedido tras una campaña de apoyo orquestada por papá. Esto no pasa con ningún otro delito contra las personas: intenta salir tan bien librado de una acusación de homicidio, lesiones o robo.

Pero eso sí, luego la cultura de la violación es un invento.

 

OTROSÍ DIGO: cuando ya tenía escrita la entrada me he enterado de que la víctima no se opuso al indulto “para evitar que (el condenado) perdiera su puesto de trabajo”. Me causa impotencia que estemos sumergidos en una educación y una cultura que hace que las víctimas pongan el puesto de trabajo (o el honor, o la reputación…) del agresor por encima de su propio derecho a recibir justicia.

Cuidado, no quiero que parezca que con esto estoy juzgando a la víctima por la decisión que ha tomado: no pretendo hacerlo, no tenía ninguna obligación de rechazar el indulto. Es simplemente que no es el primer caso que conozco de una víctima que actúa igual por respeto a la posición laboral o social del agresor. Y esas cosas desgastan.

Qué NO es consentimiento: una lista incompleta

Traducción de un artículo original de Hannah M. Braswell, publicado en el blog “Bleeding Feminism”

Aviso: este artículo habla abiertamente de violaciones

  • 5 noes y un sí no son consentimiento

No puedes acosar a alguien hasta que se rinda y se acueste contigo. Bueno, técnicamente sí que puedes, pero eso te convertiría en un violador. Esta es una de esas ideas malísimas que vemos una vez y otra en los medios de comunicación. Seguro que lo has visto en series y las películas: esa escena donde hay una chica sentada en la cama con pinta de sentirse incómoda que le dice a su novio que no quiere acostarse con él, y él insiste y suplica diciendo “vamos…”, “¿es que no me quieres?, “¿por qué no?”. A menudo, ella se rinde. Más frecuentemente aún, se trata este comportamiento como algo cómico. Deberíamos reflexionar sobre el mensaje que se está transmitiendo a los jóvenes: que su “no” no es lo suficientemente bueno, que deben explicar su “no” para que sea válido (“pero, ¿por qué no quieres follar conmigo?”). Sencillamente, se le está diciendo que sus propios deseos sobre lo que se le hace a su cuerpo no importan, que está bien presionar de esta manera a otras personas y que está bien ignorar lo que ellas quieren. Pero no lo está.

  • Salir con alguien o estar casado con él no implica consentimiento automático

Esta es la mentalidad que lleva a las violaciones de conocidos y a las violaciones en el matrimonio. Solo porque alguien ha aceptado tener una cita contigo, ser tu novio / novia / pareja o incluso casarse contigo, no significa que tengas derecho a usar su cuerpo como te parezca. Nadie te debe sexo nunca, y tener una relación con alguien no cancela su derecho a decir “no”.

  • Alguien que está borracho o colocado no puede consentir

Esta es otra escena que solemos ver en las películas: los personajes van a una fiesta esa noche y uno de ellos se alegra de que “¡va a haber un montón de tías borrachas!”, porque en teoría es más fácil follarse a chicas borrachas. Este tipo de comportamiento depredador (buscar activamente personas que no están en condiciones de negarse) refleja una mentalidad de violador. Los violadores saben que es menos probable que la gente se tome en serio a una víctima que ha estado bebiendo: es su comportamiento el que va a ser puesto bajo sospecha (“¿¡por qué fuiste a la fiesta sola!?”). El violador lo sabe, y sus víctimas probablemente lo saben también, lo que incluso puede llevarles a no denunciar nunca jamás.

  • La ausencia de “no” no es consentimiento

A no ser que sea obvio (has preguntado, la otra persona responde entusiasmada a tus caricias, o te han dicho directamente “sí, me gustaría acostarme contigo”), tienes que tomártelo como un “no”. Si está callada, es “no”. Si está completamente quieta, es “no”. Si no te está besando, si no está respondiendo, es “no”. Si dicen “no estoy segura…”, “no sé…”, “espera…” o alguna otra respuesta que implique duda, es “no”. Y tienes que tomártelo como la última respuesta porque, como explicamos en el primer punto, no puedes suplicarle a alguien hasta que se rinda. Si al final cambia de opinión (por sí sola, sin insistencia por tu parte), estoy segura de que te lo hará saber. Pero por ahora, tienes que desistir y dejarle sola.

  • No es consentimiento si les da miedo decir “no”

Esto se aplica a las situaciones obvias como las violaciones a punta de cuchillo o de pistola, pero también cuenta si les intimidas sin necesidad de usar un arma. Retorcerles el brazo, acorralarles en una esquina, decirles que no les llevarás en coche a casa a no ser que hagan lo que tú quieres. El consentimiento se da de manera voluntaria, no se arranca de alguien a base de asustarle.

  • Alguien que está dormido o inconsciente no puede consentir

Es terrible tener que explicar esto, pero en muchas ocasiones los violadores se aprovechan de gente que está inconsciente. Ponerle las manos encima a alguien que se ha quedado dormido en un sofá durante una fiesta es violación*. Aprovecharse disimuladamente de alguien dormido es violación. Si no están, en fin, conscientes, no pueden decir “sí, quiero” y eso lo convierte en violación.

  • Recibir consentimiento de alguien en una ocasión no implica que tengas su consentimiento para siempre

El consentimiento es activo: debe ser reafirmado constantemente. Quizás se acostó contigo aquella vez en aquella fiesta, pero eso no significa que puedas hacer uso de su cuerpo para siempre, porque a lo mejor solo quería que ocurriera una vez. El consentimiento no es algo que puedas asumir bajo ninguna circunstancia y puede retirarse sin previo aviso, incluso en mitad de un acto sexual. También es importante recordar que el hecho de que alguien haya consentido a una práctica sexual no implica consentimiento para todas las prácticas sexuales. Si quieres probar algo nuevo, tienes que preguntar.

  • La ropa que lleva puesta no tiene nada que ver con el consentimiento

Si quieres liarte con alguien tienes que preguntarle a ella, no a su minifalda. La gente a menudo comete el error de asumir que alguien que se viste de manera provocativa tiene que estar deseando sexo, pero esta idea es un subproducto del sexismo. Es esa mentalidad de “las mujeres son mi propiedad” que lleva a los violadores a pensar “si va vestida así, seguro que lo hace para mí”. Ni siquiera se les ocurre pensar que a lo mejor lleva un vestido con escote porque le gusta a ella.

Te habrás dado cuenta de que este artículo es una lista incompleta, porque esta no es la última palabra sobre lo que no es consentimiento y a veces estas cosas tienen que tratarse caso por caso. El consentimiento sexual es entusiasta, otorgado libremente, sin presiones ni miedos. El consentimiento es escuchar a tu pareja, fijarte en su lenguaje corporal, y preguntar “¿esto está bien?” , “¿te gusta?”. Y el contacto sexual sin consentimiento es violación. Si no estás seguro de si la otra persona está consintiendo o es capaz de consentir, entonces para. 

* (Nota de la traductora: según la legislación española, aprovecharse sexualmente de alguien dormido o inconsciente es un delito de abuso sexual).

El violador de Schrödinger: un caso práctico

Hoy me han contado una cosa desagradable.

Una chica que conozco ligó el otro día con un tío por una red social. Habían quedado hoy para “tomar un café”, que todos sabemos lo que puede significar en este contexto. Hasta que él decidió echarlo todo a rodar. Anoche, por Skype, empezó a insistir para quedar en ese mismo momento. Mi amiga le dijo que no varias veces (“no puedo”, “aún no he cenado”, “tengo que estudiar”) y al final, ante la voluntad de él de no darse por aludido, le cambió de tema. Desde entonces el tío estuvo borde y seco.

Mi amiga cerró la conversación para ir a estudiar, con un dilema grande en la cabeza: quedar o no quedar. El comportamiento del tío era inaceptable, sí, pero bien podía ser algo puntual: había tenido un mal día, a nadie le gusta que le frustren el calentón, etc. Por suerte el tío le ayudó a decidir: cuando ella volvió al ordenador se encontró con varios mensajes de él recriminándola por haber dejado Skype abierto: “si te vas a estudiar no entiendo por qué no lo cierras”, y ese rollo. Sin embargo, de los mensajes se desprendía claramente que el tío seguía queriendo quedar al día siguiente. Ante ese intento de control, mi amiga le dejó un último mensaje, rompiendo la incipiente relación y borrándole de todas las redes sociales.

Cuando me lo estaba contando, mi amiga usó una frase que me llamó la atención y que es la que motiva este post: “decidí pensar con la cabeza en vez de con el clítoris”. Me pareció muy curioso. Al fin y al cabo, ¿por qué se dice que los hombres pensamos con los genitales? No porque todos lo hagamos, sino porque si alguien lo hace, con seguridad es hombre. En otras palabras: darte el lujo de no reaccionar ante una conducta de esta clase es un privilegio que tenemos los hombres.

Mi amiga no puede permitirse dejar pasar el comportamiento de ese tío y quedar con él de todas formas, por mucho que le pudiera apetecer. Ese tío se acaba de convertir en el violador de Schrödinger para mi amiga, pues ha demostrado que el consentimiento le da igual. Si no ha respetado su negativa en algo como esto, ¿por qué iba a hacerle caso a un “no me acompañes a casa”? ¿Un “no subas”? ¿Un “no quiero acostarme contigo”? Se trata de una escalada de faltas de respeto que culmina en un delito grave, no de un asaltante en un descampado oscuro.

Sin embargo, supongamos la situación inversa: una mujer que pretende presentarse en casa de un hombre a horas intempestivas y se cabrea porque éste le dice que no. El varón se molestaría, pero sin duda podría quedar con ella otro día sin ningún miedo: ni se le pasa por la cabeza que le pueda pasar algo malo. No teme ser violado, asesinado, agredido o acosado. No ve ninguna señal de alarma cuando una mujer actúa así: como mucho queda como una anécdota.

¿A alguien le parece rara la escena que ha vivido mi amiga? ¿A alguna mujer no le suena familiar, no le ha pasado algo equiparable? ¿Algún hombre ha vivido cosas remotamente parecidas? Las agresiones sexuales son la punta del iceberg: lo asfixiante es el miedo que limita la libertad de las mujeres. En la cultura de la violación, los hombres generamos situaciones amedrentadoras para las mujeres sin ni siquiera saberlo, como parte de una rutina. O si no, ¿a santo de qué un tío que conoce a mi amiga desde hace una semana tiene que controlar si está o no está conectada a Skype? Y sin embargo, cuando él lo hable con sus amigos nadie le censurará o le dirá que ha hecho algo mal. Ese tío nunca sabrá que mi amiga ha tenido miedo de él, de sufrir un acoso o una agresión sexual por su parte.

Quiero que se me entienda bien: no le estoy justificando. Uno no puede cambiar la educación que ha recibido, pero puede intentar rebelarse contra ella. Un hombre occidental en el siglo XXI tiene recursos suficientes para poder escuchar lo que tienen que decir las mujeres sobre la forma en que son tratadas. Si decide no hacerlo, o si escucha y no hace caso, es plenamente responsable de sus acciones. La cultura y la educación no pueden servir como excusa, porque desde el mismo momento en que empleas excusas es porque sabes que algo estás haciendo mal: trabaja para cambiarlo y para no transmitirlo… o luego no te quejes si no entiendes por qué las mujeres se alejan de ti.

 

 

El violador de Schrödinger: una guía para hombres que quieren acercarse a desconocidas sin recibir una dosis de spray de pimienta

En los últimos días se ha difundido información sobre un “artista de la seducción” que responde al nombre de Álvaro Reyes. Frente a la justa indignación que han levantado las lecciones de este sujeto, se ha podido leer a fans, clientes y defensores del mismo preguntando qué hay de malo en las técnicas que emplea Reyes. Para contestar traducimos este post escrito por Phaedra Starling en 2009 sobre cómo puede sentirse una mujer cuando un hombre se acerca a ligar con ella.

 

Gracias por leerme, caballeros.

Déjame que empiece asegurándote que entiendo que eres una buena persona. Eres amable con los niños y los animales, respetas a tus mayores, donas dinero a ONGs, cuentas chistes sin reírte de tu propia gracia, respetas a las mujeres, te gustan las mujeres… De hecho, de verdad te gustaría tener una relación sexual cariñosa y mutuamente respetuosa con una mujer. Por desgracia no conoces todavía a esa mujer: no trabaja contigo, no os la han presentado amigos comunes ni coincidís en las mismas actividades. Así que tienes que salir ahí fuera a buscarla.

Hasta aquí todo bien. La señora Corazones Solitarios, tu humilde instructora, está de acuerdo. Conexión humana, amor, romanticismo… no hay nada de malo en esos anhelos.

Ahora, quieres conocer a una mujer que has visto en público. Lo primero que tienes que entender es que esa mujer tiene que tratar con una serie de retos y preocupaciones que a ti, como hombre, te resultan extraños. Para empezar, nosotras preferimos que nadie nos asesine o nos agreda violentamente de cualquier otra forma.

“¡Pero espera! ¡No quiero hacerle nada de eso!”

Bueno, no. Pero ¿tú piensas sobre eso todo el tiempo? ¿La prevención de una agresión violenta o de un asesinato es parte de tu rutina diaria, en vez de ser algo que sólo haces cuando te aventuras en zonas de guerra? Porque, para las mujeres, lo es. Cuando voy a una cita, siempre dejo el nombre completo del hombre e información de contacto escrita cerca del monitor de mi ordenador. Es para que los policías puedan encontrar mi cuerpo si desaparezco. Mi mejor amiga me llamará o me mandará un e-mail a la mañana siguiente, y debo contestar antes del mediodía o empieza a preocuparse. Si no ha sabido de mí hacia las tres de la tarde, llamará a la policía. Mis actividades después del anochecer son limitadas. A menos que esté en un espacio densamente ocupado y bien iluminado, no salgo sola. Incluso entonces, prefiero tener conmigo a una amiga o dos, o a mis perros. ¿Sigues reglas de ese tipo?

Así que cuando tú, un desconocido, te acercas a mí, tengo que preguntarme a mí misma: ¿va a violarme este hombre?

¿Crees que me estoy pasando? Una de cada seis mujeres estadounidenses será agredida sexualmente durante su vida. Apuesto a que no piensas que conoces a ningún violador, pero considera simplemente el número de violaciones que ocurren. Estas violaciones no son todas cometidas por Philip Garrido, Brian David Mitchell u otros miembros de la Hermandad del Pelo Siniestro y la Religión Hecha en Casa. Aunque tú asumas que ninguno de los hombres que conoces son violadores, puedo asegurarte que al menos uno lo es. Ten en cuenta lo siguiente: si cada violador comete una media de diez violaciones (un número horrible, ¿no?) entonces la concentración de violadores en la población es de más o menos uno por cada sesenta hombres. Esto quiere decir cuatro en el último curso de mi instituto, uno entre mis compañeros de trabajo, uno en el vagón del metro en hora punta, once que hacen ejercicio en mi gimnasio. ¿Cómo sé que tú, el chico agradable que no quiere nada más que compañía y Amor Verdadero, no eres este violador?

No lo sé.

Cuando te acercas a mí en público, eres el violador de Schrödinger. Puedes ser o no un hombre que viole. No lo sabré con seguridad a menos que empieces a agredirme. No puedo ver dentro de tu cabeza y no conozco tus intenciones. Si esperas que confíe en ti, que acepte sin dudar que eres un buen tío, no sólo fallas en respetar mi cautela razonable sino que te estás despreocupando de mi seguridad personal.

Por suerte, eres un buen tío, ya lo hemos establecido. Ahora que estás advertido de que hay un problema, vas a poner todos los medios para arreglarlo y para hacer que las mujeres con las que interactúas se sientan tan seguras como sea posible.

Para empezar, debes aceptar que yo marco mi propia tolerancia al riesgo. Cuando te acercas a mí, empezaré a evaluar la posibilidad de que me hagas daño. Esa posibilidad nunca es de 0. Para algunas mujeres, particularmente aquellas que han sido víctimas de agresiones violentas, cualquier nivel de riesgo es inaceptable. Esas mujeres no quieren que nadie se les acerque, no importa lo majo que seas o lo mucho que te gustaría tener una cita con ellas. ¿OK? Es su derecho. No te pongas gilipollas con este tema. Las mujeres no tienen la obligación de escuchar las ofertas de los vendedores antes de decidir si van al mercado.

El segundo punto importante dice que tienes que preocuparte de qué señales estás enviando por tu apariencia y por el contexto. Vamos a prestar mucha atención a tu apariencia y comportamiento y comparar todos esos signos con nuestra idea de lo que es una amenaza.

Esto quiere decir que algunos hombres no deberían nunca acercarse a mujeres desconocidas en público. Especialmente si tienes estándares de higiene personal verdaderamente inusuales, si eres el profeta de tu propia religión o si tienes tatuajes de símbolos de bandas o de cucarachas a todo color por toda la cara y el cuello, nunca vas a recibir una buena respuesta si te acercas a una mujer en frío. Esto no significa que estés condenado a una vida de soledad, pero te sugiero que empieces ligando en Internet, donde puedes “apagar” tus rasgos inusuales y encontrar a una mujer que los aprecie.

¿Llevas una camiseta haciendo un chiste sobre violaciones? NO ES UNA BUENA ELECCIÓN; no lo es en general y por supuesto no lo es cuando te acercas a una extraña.

Presta atención al contexto. Mira a tu alrededor. ¿Estás en un callejón oscuro? Entonces probablemente no deberías acercarte a una mujer e intentar entablar una conversación. Lo mismo se aplica si estás solo con una mujer en la mayoría de lugares públicos. Si el lugar público es un área cerrada (un vagón de metro, un ascensor, un autobús), aunque haya mucha gente, puedes no darte cuenta de que las posibilidades que tiene una mujer para huir en caso de amenazas son limitadas. Pregúntate a ti mismo: “si yo fuera peligroso, ¿estaría esta mujer segura en este espacio conmigo?” Si la respuesta es no, entonces no es apropiado que te acerques a ella.

En el otro lado, si ambos estáis en la iglesia acompañados por vuestras madres que son amigas de toda la vida, la mujer está en un ambiente que le da la mayor sensación de seguridad posible. Esto no quiere decir que esté 100% segura, pero las probabilidades son bastante buenas.

El tercer punto: las mujeres se están comunicando todo el rato. Aprende a entender y respetar esta comunicación.

Quieres decirle “hola” a esa chica tan mona del metro. ¿Cómo reaccionará? Por suerte, puedo decírtelo con algo de certeza, porque ella ya está enviándote mensajes. Si mira por la ventana, lee un libro, trabaja en un ordenador, tiene los brazos cruzados sobre el pecho o el cuerpo lejos de ti, eso significa “no molestar”. Así que, ya sabes, no la molestes. En serio. Incluso para decir que te gusta su pelo, zapatos o libro. Un cumplido no es siempre una razón para que las mujeres te sonrían y te den las gracias. Eres una amenaza, ¿recuerdas? Eres el violador de Schrödinger. No asumas que lo que sea que tengas que decir te la ganará con tu encanto o con halagos. Tómate en serio lo que está indicando y déjala en paz.

Si hablas y responde con monosílabos y sin mirarte, ella está diciendo “no quiero ser desagradable, pero por favor, déjame en paz.” No sabes por qué. Podría ser “por favor, déjame en paz porque estoy intentando memorizar Beowulf.” Podría ser “por favor, déjame en paz porque eres un tío inquietante con el pecho como un toro.” Podría ser “por favor, déjame en paz porque estoy planeando el asesinato de una importante figura geopolítica y tendré que matarte si eres capaz de reconocerme y echar a perder mi falsa identidad.”

En sentido contrario, si está vuelta hacia ti, hace contacto visual y responde de forma amigable y locuaz cuando hablas con ella, eso significa luz verde. Puedes continuar hablando hasta que empieces a recibir señales para que retrocedas.

El cuarto punto: si la cagas a la hora de respetar lo que dicen las mujeres, te acabas de catalogar como un problema.

Hay un hombre con el cual salí para una única cita (un café por la tarde, durante una hora) el 25 de julio. En los dos días posteriores, me envió cerca de quince e-mails, regañándome por mi baja receptividad. Le respondí diciéndole “Mira, esta es una respuesta desproporcionada para una única cita. Me estás haciendo sentir incómoda. No vuelvas a contactar conmigo.” Estamos a 7 de octubre. ¿Todavía me escribe?

Por supuesto que lo hace. Más o menos cada dos semanas.

Este hombre puntúa más alto en la escala de amenazas que el hombre con los tatuajes de cucarachas, que, después de todo, no es culpable de nada más que de tener un mal gusto terrible. Ya ves, el señor E-Mail ha dejado claro que ignora lo que digo cuando él quiere algo de mí. No sé si es un violador de verdad, y sinceramente espero que no, pero es ciertamente el violador de Schrödinger, y este violador de Schrödinger en particular tiene una probabilidad superior a una entre sesenta. Porque un hombre que ignora el “no” de una mujer en una interacción no sexual es más probable que ignore ese “no” en una sexual, simplemente.

Así que, si hablas con una mujer que está ocupada en otra cosa, estás enviando un mensaje sutil: que tu deseo de interactuar supera su derecho de que la dejen en paz. Si mantienes una conversación que ella está intentando cortar, envías un mensaje: que tu deseo de hablar supera su derecho de que la dejen en paz. Y cada uno de esos mensajes indica que crees que tus deseos son una razón legítima para pasar por encima de sus derechos.

Para las mujeres, que están observándote de cerca para determinar cuánto tienes de amenaza, éste es un dato importante.

El quinto y último punto: no violes. No cometas tampoco delitos menos graves: no agredas, no metas mano, no obligues, no alardees, no te exhibas, no amenaces con violencia física, no amenaces con violencia sexual.

¿Debería ser innecesario decir esto? Por supuesto que debería. Por desgracia éste no es el mundo en el que yo vivo. Deberías empezar a darte cuenta de que tampoco es el mundo en el que tú vives.

La señora Corazones Solitarios te desea felicidad y éxito en tu búsqueda de compañía romántica.

El acoso sexual en la cultura friki (segunda parte)

Publicamos la segunda parte de la traducción de “Ending Sexual Harassment in Geek Culture”, del bloguero Dr. NerdLove. Como ya dije en la primera parte, no estoy totalmente de acuerdo con las conclusiones, concretamente con la idea de que “un hombre de verdad no acosa” y con el tono de caballero blanco que adopta.

El silencio de las damas

Es un hecho innegable y difícil de asimilar que la cultura friki tiene un problema con las mujeres. Lo hemos mostrado una y otra vez. Tess Fowler, Anita Sarkeesian, Mattie Bryce, Zoe Quinn, Lea Hernández, Colleen Doran, Gail Simone, Kate Leth, Laura Hudson, Jennifer Hepler, Alice Mercier, Courtney Stanton o Elizabeth Sampat.

En el momento en que aparece el tema de cómo se trata a las mujeres en la cultura friki, la gente inmediatamente corre a desestimar, minimizar o desviar la conversación. Argumentarán que todo el mundo aguanta mierda online. O que las mujeres simplemente necesitan aprender a tener la piel más gruesa porque así es como juegan los mayores. Habrá gente que quiera decir “¡hay que mencionar que los chicos también soportan estas cosas!” o que se apresuren a quejarse porque no todos los hombres hacen esto. Querrán jugar al abogado del diablo o quejarse de que ellos no acosan a mujeres, por lo que es injusto para alguna gente sacar este tema, ya que implica meter a todos los hombres en el mismo saco o difamar a otros tipos bienintencionados que simplemente no abren la boca sobre esto porque no es ninguna clase de problema real porque su amiga es claramente una mujer y todo esto le parece bien y nunca ha recibido amenazas.

“Mientras tanto, en la majestuosa Mansión de la Liga de la Justicia hacia los Hombres…”

O que ella es lo bastante fuerte para simplemente ignorar todas estas amenazas porque quién se va a sentir asustada de verdad porque gente aleatoria suelte una diarrea verbal en Internet.

¿Y sabéis qué?

Que todo eso es una mierda.

Porque cuando la gente se apresura a resaltar que “no son todos los hombres” o que “no es un problema” realmente lo que buscan es distraer la atención de los dos problemas reales que hay aquí.

Primero: que todo esto se dirige específicamente a las mujeres porque son mujeres. Yo escribo un montón sobre feminismo. Tengo incluso mis propios haters que salen como setas en los comentarios para quejarse y darle hostias al feminismo cada vez que hablo sobre cualquier cosa. Y no solo no he recibido una centésima parte de la mierda que tiene que aguantar Asselin (o Lea Hernández o Kate Leth o cualquiera de las mujeres que he mencionado antes), sino que nunca me han amenazado de violación. Ni se lo han hecho al 99% de los escritores y blogueros varones de alto perfil que hablan de los mismos temas. Ninguno de nosotros recibe el mismo volumen de amenazas violentas o de acoso. Porque para las mujeres esto no se queda en Internet. Las sigue a todas partes.

       “Lo último sobre todo esto es que algunos de estos “trolls” han publicado sobre ir a conocerme o visitar mi trabajo. Esos chicos que escriben sobre violarme” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014)

       “Así que cuando esté en una convención o detrás del mostrador no podré saber qué persona de todas con las que hablo está detrás de todo esto” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014)

El segundo problema es que cuando la gente discute o desvía la conversación de este tema, están intentando distraer la atención del hecho de que las mujeres son amenazadas para acallarlas. Para hacer que se larguen. Para ahuyentarlas de la comunidad por completo. El juego “Golpea a Anita Sarkeesian” no trataba de refutar sus argumentos, iba sobre hacer que se largara la alarmante mujer que (creían) iba a quitarles sus juegos de culos y tetas. El acoso que sufrió Zoe Quinn por su juego Depression Quest fue porque la gente quería hacer que parara de hablar. Los hijos de Jennifer Hepler fueron amenazados porque a la gente no le gustaba que ella tuviera cosas que decir sobre Dragon’s Age 2, un juego que ella ayudó a escribir. Janelle Asselin recibe amenazas de violación por criticar la portada de un cómic. Kate Leth, una crítica sin reservas del acoso casual y la misoginia en la cultura friki, fue el objetivo de hombres que estaban decididos a “castigarla” por… hacer cómics que a ellos no les gustaban.

       “Hay páginas de Tumblr dedicadas enteramente a pegar mi cabeza en anime de violación y porno, porque no les gusto yo o mis cómics” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014)

No son sólo comics. No son sólo juegos. Es toda la cultura friki. Y estamos dejando que este cáncer nos pudra de dentro afuera.

El falso mito de la iluminación friki

Por supuesto, parte del problema es conseguir que los frikis se dignen a reconocer que esto pasa. Y una de las formas más perniciosas que tenemos para esconderlo bajo la alfombra es pretender que somos una cultura mucho más sabia, mucho más iluminada y muy superior a la de los deportistas, los machitos o los pijos, a la de todos esos tipos que son prácticamente sinónimos de violación durante la cita o acoso sexual. Los frikis no somos los maltratadores, somos los maltratados. Somos los que no encajan.

“Esto siempre ha sido así, y por tanto…”

Y aquí está el problema. Ya no somos los que no encajan. La cultura friki es cultura mainstream. Básicamente hemos ganado. Pero continuamos definiéndonos a nosotros mismos como marginados y perdedores, insistiendo en que ser un friki implica ser un tío raro con problemas de adaptación social que aun así es, de alguna manera, moral e intelectualmente superior a la gente que le rodea.

Solemos definirnos a nosotros mismos en oposición a los otros, y asumir que porque no somos X (en este caso deportistas, machitos, etc.) tampoco somos Y (maltratadores, violadores, acosadores). Nos hemos quedado atascados en la identidad de friki como extraño, pretendiendo estar excluidos. Si empezamos a cuestionar estas definiciones, entonces ¿quiénes somos? ¿Cómo se supone que vamos a identificarnos a nosotros mismos? ¿Cómo se supone que vamos a saber que, en el fondo, somos los mejores?

Es mucho más fácil pretender que esto no es un problema. Minimizar el asunto. Barrerlo debajo de la alfombra. Por eso cada vez que escuchamos sobre alguien que es acosado en nuestra cultura (online, en convenciones, en tiendas de cómic) hay tanta gente que rápidamente afirma que no es un problema de verdad. Recibimos la queja de que “no son todos los hombres” porque es más importante reforzar la superioridad inherente a la cultura friki que afrontar que esto es una parte de la comunidad grande e increíblemente visible. En vez de reforzar esa falacia del verdadero escocés y pretender que los acosadores no son una parte real de la cultura deberíamos mirar hacia el hecho de que existen y están causando daño medible. Aguantamos a los abogados del diablo que creen que es más importante considerar el punto de vista del acosador que el efecto que causa en su víctima. Soportamos a todos esos tipos de “drama no” que prefieren meterse con la persona que señala que tenemos un problema jodidamente grande que con la persona que realmente lo está causando porque quieren evitar el drama.

Y por supuesto tenemos a todos esos que simplemente odian a las mujeres y quieren que sean productos para su placer. “Prefieren” que la cultura friki tenga una atmósfera de habitación cerrada y creen que sacar de ella el acoso sexual casual es una ofensa contra Dios y los hombres.

Esta identificación por oposición, por cierto, es parte de la razón por la cual la cultura friki tiene esa relación de amor-odio con las chicas friki. Porque ser un friki es ser un “extraño” por definición. No tenemos todas las cosas guays que sí tienen los otros grupos como, ya sabes, mujeres. Esto explica por qué tantas mujeres frikis se convierten en fetiches: representan todo lo que queremos pero nos ha sido negado y terminamos deseándolas y resentidos contra ellas al mismo tiempo. Esto se liga con la idea de que las mujeres de alguna manera tienen todo el poder. ¿Y ahora ellas presumen que son parte de nuestro mundo donde se supone que nosotros tenemos el poder? ¿Esto qué es?

Así que los frikis perdemos los papeles con las mujeres e intentamos convertirlas en cómplices silenciosas del maltrato. Y, como Marjorie Liu dice con elocuencia en su blog:

        “A veces parece que hablar sobre la misoginia en esta industria es como tratar con el Día de la Marmota: parece que hay un reset continuo, una amnesia colectiva masculina sobre el tema. Como si cuando una mujer abre la boca fuera por primera vez y todo el mundo estuviese estupefacto. ¿Que el sexismo existe? OH, DIOS.”

 Y el resto de nosotros lo sabemos. Los hombres de la cultura friki somos oficialmente parte del problema.

El silencio es aprobación

Ahora puedo escuchar cómo muchos de vosotros montáis en cólera por la siguiente razón: nunca habéis enviado amenazas de violación, nunca habéis agredido a una mujer por tener una opinión con la que no estabais de acuerdo, nunca habéis acosado sexualmente a nadie. No sois “ese tío”.

Felicidades. Habéis llegado al punto de partida de la decencia humana. Pero no basta con “no ser ese tío”. Si no quieres que te metan en el mismo saco que los gilipollas asquerosos que tienen como objetivos las mujeres de nuestra comunidad tenéis que hablar más fuerte. Porque no es un problema de mujeres. Es un problema de hombres. Somos los hombres quienes lo causamos y somos los hombres quienes tenemos que ser la solución. Porque nuestro silencio se lo está permitiendo. Nuestro silencio se ve como aprobación. Está validando este comportamiento de mierda porque nadie alza la voz contra ellos.

       “Es alentador ver que la mayoría de creadores de cómics y organizaciones permanecen en silencio, sin morder el anzuelo del melodrama de @gimpnelly” (RyanJoseph, @RyanAJoseph, 17 de abril de 2014)

Por eso no podemos seguir en silencio. No podemos pretender que es un problema de mujeres. No podemos pretender que no somos parte del problema porque no somos los acosadores. Como dije cuando escribí sobre Tess Fowler, nosotros (los hombres) tenemos que ser los que alcen la voz y hagan inaceptable este comportamiento. Tenemos que ser los que reprochemos el comportamiento de los acosadores. No escudarnos en el “no son todos los hombres” y en el “no es mi problema”.

Mirad: tenemos la plataforma. Tenemos la voz. Tenemos el privilegio masculino que dice que las voces de los hombres tienen más impacto y no son descartadas con tanta facilidad. Y necesitamos usarlo. Tenemos que ser quienes hagan la cultura friki un lugar donde esta clase de odio tóxico y abuso de mujeres sean inaceptables. No dejéis que este comportamiento quede sin señalar. Pelead contra la idea de que menospreciar, acosar o abusar de mujeres es de alguna manera una virtud masculina, que es aceptable porque “Internet, lulz” o “tíos comportándose como tíos”. Marginad a esta gente. Aisladles. Expulsadles de la comunidad: no los necesitamos y por supuesto que no los queremos.

Devolverán los golpes. Habrá gente que insista en que decir que esto es una mierda no va a valer para nada porque los trolls son así y los gilipollas no van a dejar de serlo. Que les jodan, no quieren que las cosas cambien. Habrá gente que cuestione tus motivaciones: te llamarán “caballero blanco” e insistirán en que sólo estás intentando impresionar a las chicas y follar con ellas por haberlas defendido. Que les jodan también: conocen muy bien el inmenso poder que tiene en la comunidad una voz masculina diciéndoles que su comportamiento no es aceptable. Dirán cualquier cosa que se les ocurra para distraerte, mover el blanco, desviar la conversación o darle la vuelta y ponerse a hablar de ti. No les dejes.

Si aspiramos a ser mejores tenemos que ser mejores.

No más silencio. No más aprobación tácita.

Es hora de que nos levantemos y seamos hombres.

El acoso sexual en la cultura friki (primera parte)

Traducimos aquí el artículo “Ending Sexual Harassment in Geek Culture”, del bloguero Dr. NerdLove. Me apresuro a decir que no estoy de acuerdo con todo el contenido del mismo, especialmente con ciertas frases del final (muy en la línea de “si acosas no eres un hombre de verdad”) y con todo el tono de caballero blanco salvador que impregna las conclusiones (y del cual el propio autor parece ser consciente). Sin embargo, hemos considerado necesario traducirlo porque habla de un problema, el acoso sexual en la subcultura friki, mucho más difundido de lo que parece.

Por su extensión, dividiremos la traducción en dos partes. La segunda se publicará el martes que viene.

 

Quiero haceros una pregunta rápida:

¿Cuál de éstas piensas que es una reacción apropiada a la crítica de una obra de arte que te gusta?

a)     Una discusión sobre las diferencias en los estilos y el efecto que buscaba el artista con un ojo puesto en la viabilidad comercial del producto, las exageraciones formales congruentes con la imagen dinámica y las diferencias entre el fotorrealismo y el ideal heroico.

b)     Ignorar la crítica porque no estás de acuerdo e ir a vivir tu vida.

c)     Inundar el email y la página de Facebook de la mujer que hizo la crítica con “¡No puedes olvidarte de nosotros! ¡Somos infinitos! ¡No eres más que una zorra bocazas y vamos a enseñarte la única cosa para la que vales!”

 

Si respondiste algo distinto a (c)… bien, eres un ser humano equilibrado.

Porque, afrontémoslo: ¿qué clase de engendro de la naturaleza tienes que ser para pensar que la respuesta apropiada para alguien (quien sea) que esté en desacuerdo contigo sobre Wonder Girl es amenazar con violarla? En el reino de las sobrerreacciones absurdas, ¿hay alguna locura mayor que alguien decidiendo que la única respuesta posible a la opinión de alguien sobre Mass Effect o Altair o Viuda Negra o The Dark Knight Rises o lo que sea es prometerle que vas a dar con ella y violarla con un palo? Quiero decir que es de locos, nivel llevar los pantalones en la cabeza y embadurnar las paredes de mierda.

Y además, para muchas de mis amigas (para cada mujer que conozco que es activa en la cultura friki, de hecho) esto no es un experimento mental abstracto. Es su vida diaria. Son inundadas con amenazas anónimas que les prometen violaciones y cosas peores, porque algún tío aleatorio ha decidido que deben sufrir por el crimen de ser una mujer con una opinión online… y ellos saben cómo es tu cara y dónde vives.

Y a nadie parece importarle. Porque ésta es la nueva normalidad. Esto es lo que, aparentemente, se acepta ahora en la cultura friki.

Sí, ésta es otra columna sobre Frikis Portándose Mal. Si piensas que estás cansado de leerlas, imagina lo cansado que estoy yo de escribirlas.

Así que vamos a hablar sobre ello, ¿vale?

 

Janelle Asselin y la controversia de la crítica de cómic

La historia empieza, como muchas, con algo inocuo. En este caso empieza con una crítica. Janelle Asselin, una veterana del mundillo del cómic, escribió un análisis profundo e increíblemente detallado de por qué la portada del relanzamiento de Jóvenes Titanes era repugnante.

 

“Oh, ¿podrías lanzar un avión de papel ahí? Necesitamos un poco de relleno para poder decir que no salen solamente Stripper Girl y Chico Ceñudo.”

 

Y seamos justos: es un desastre a muchos niveles. No hay dinamismo en la imagen, ni ninguna indicación de que esos personajes estén interactuando en ningún nivel. El personaje más reconocible, Robin, está relegado por tamaño al cuarto términomientras, no sé, ¿se come una chocolatina o algo así? A la vez, apenas hay lugar para el título y todos esos pequeños detalles, aleatorios y descontextualizados (como un helicóptero de combate y un extraño avioncito de papel) que sólo sirven para embrollarlo todo sin aportar nada a la historia, la personalidad de los personajes o realmente nada que pudiera hacer que quisieras, ya sabes, comprar el cómic.

Pero seamos honestos: lo sustancial de la crítica se centra en Wonder Girl. Concretamente en sus tetas. Hay otros problemas anatómicos, pero sus tetas son el más grande porque son notablemente falsas. Como si fueran de silicona. Los pechos sin aumentar no se comportan de esa forma, especialmente sin el apoyo de un buen push-up. Y, por supuesto, la portada entera (y la mayor parte de la crítica) se centra en ellas. Las tetas de una chica que tiene, según el canon, entre 16 y 17 años.

Debería mencionar que Asselin es una veterana de la industria del cómic. Fue editora y editora asociada de una amplia variedad de títulos de DC, incluyendo Batman, Batwoman, Detective Comics, The Savage Hawkman, Birds of Prey, Robin y Gotham City Sirens, una colaboradora frecuente en Comic Book Resources y Comics Alliance, la editora de fin de semana en The Mary Sue y una investigadora académica especializada en cómics. Es decir: su trabajo era precisamente saber qué hace y qué no hace buena a una portada.

Es una crítica dura pero no terriblemente hiriente. Quiero decir, joder, yo tuve que aguantar críticas mucho más duras de mis profesores durante el breve tiempo en que estudié arte. Para ser justos, llevo algo de tiempo sin ser profesional del cómic, pero no es como si Asselin le hubiera dicho al tipo que debería cortarse los dedos con unas cizallas en vez de llamarse artista.

Naturalmente, se mantuvo la compostura. A pesar de que mucha gente pudo no estar de acuerdo con su valoración, todo el mundo coincidía en que aquello era un análisis válido y profesional de algunos defectos notables en la imagen en el marco de una discusión civilizada.

No, me estoy cachondeando de vosotros. La gente se volvió loca. Porque si hay algo que necesita defensa es una portada de mierda.

Profesionales del cómic como Breth Booth y sus fans se quejaron de que aquello era una calumnia porque Asselin no se mostraba adecuadamente reverente y ello implicaba que no era una profesional del cómic de verdad

 

       @Demonpuppy @gimpnelly Simplemente es despectivo e irrespetuoso para los creadores que alimentan nuestro hobby. #Casito” (RyanJoseph, @RyanAJoseph, 11 de abril de 2014)

 

…mientras que otros preferían directamente minimizar sus logros porque tiene vagina:

 

       “@Gimpnelly Entonces, ¿hace cuántas décadas trabajaste en DC? ¿Eras la que servía los cafés?” (Sean, @SeanRtchfld, 13 de abril de 2014)

 

Pero, en lo que se ha convertido en el comportamiento de rigor para hablar con mujeres que se atreven a tener opiniones sobre cosas frikis, algunos defensores del mal gusto con iniciativa decidieron que había que hacer algo de investigación. Así, encontraron que Asselin estaba también haciendo una encuesta sobre el acoso sexual en el mundo del cómic. Naturalmente, esto significaba que Asselin, como feminista, tenía el objetivo de destruir los cómics porque eso es lo que hacen las feministas: quitarte tu derecho divino a ver tetas y culos porque que te jodan, polla con patas, ahí tienes el porqué. Y por supuesto, se le llamó feminazi, puta feminista, zorra y otros apelativos adorables, y fue acusada de tener fines oscuros porque, por supuesto, una encuesta académica sobre las experiencias de la gente en la industria del cómic debe tener un móvil ideológico.

Y entonces empezaron las amenazas de violación. Después de que estos infraseres descubrieran la encuesta, decidieron que lo mejor que podían hacer era sesgar los resultados, especialmente porque así podían usar el cuadro de diálogo del final para decirle que iban a follársela hasta que sangrara.

Porque no le gustaba una portada de cómic.

Pero qué es esta mierda.

Y, sin embargo, aquí está el meollo: esto no va de si Asselin está legítimamente asustada por su seguridad personal (ya que no ignora que se trataba de amenazas de personas que sabían qué aspecto tiene, dónde trabaja y dónde vive) o de si las amenazas son creíbles. Esto va del hecho de que es algo común que las mujeres reciban tantas amenazas que dejen de molestarles.

 

       “No quiero mitificar la fuerza en función de la disfunción. No es algo bueno que las amenazas de violación me molesten menos ahora. Es una mierda.” (Laura Hudson, @laura_hudson, 15 de abril de 2014).

 

       “Quieres pensar que son todos idiotas adolecentes y todo el mundo te dirá que lo ignores. La parte que da miedo es cuando deja de molestarte” (Kate Leth, @kateleth, 17 de abril de 2014).

 

Quiero reiterar que todo esto apesta: mujeres recibiendo tantas amenazas anónimas de violencia sexual que simplemente se convierten en algo normal para ellas.

Esto es en lo que estamos dejando que se convierta nuestra cultura, gente.

Consejos y bulos sobre violación

En este proyecto no solemos patrocinar consejos antiviolación. La razón es sencilla: no valen para nada más que para culpabilizar a la víctima y cargar sobre sus hombros una responsabilidad excesiva. Dado que parten de premisas erróneas (como que el violador es normalmente un extraño) no sirven para prevenir. Sin embargo, permiten a la sociedad exculparse cuando sucede una violación: la culpa es de la víctima, que no siguió los consejos.

El otro día nos llegó esta lista de consejos, que lleva circulando por Internet un mínimo de 6 años. Cumple todos los requisitos de un bulo: se replica en numerosas páginas sin variar un ápice su contenido y sin citar fuente. Es cierto, la mayoría de sitios consultados atribuyen la lista a la Policía federal argentina, pero sin ninguna fiabilidad. No hemos encontrado ninguna página web del Estado argentino donde se pueda comprobar este supuesto origen oficial.

Traemos a colación este bulo porque es el paradigma de los consejos inútiles sobre violación. Compartir esa lista no hace ningún bien ni ayuda a desmontar la cultura de la violación: antes al contrario, la refuerza. De entre todas las cosas que están mal ahí, estas cinco son las más relevantes:

1.- Supuesta fuente oficial. Ya hemos dicho que no hay ninguna prueba de que ningún organismo oficial del Estado argentino haya emitido esta lista de consejos. Más aún: en algunos casos aparece firmada por el subcomisario Luis Augusto Weckesser. Basta hacer una búsqueda rápida en Internet para darse cuenta de que este Weckesser es periodista, que se atribuye títulos como “embajador del Vaticano en Argentina contra adicciones y delitos” y que se ha hecho famoso por afirmar que la droga es la tercera guerra mundial. No parece una persona muy capacitada para hablar de agresiones sexuales.

2.- Supuesto argumento de autoridad. La lista de consejos empieza afirmando que es el resultado de una serie de entrevistas que se le hicieron a 750 violadores. Nadie dice quién hizo el estudio, cómo ni cuándo, ni aporta ninguna referencia que permita localizarlo. Si ese estudio existiera tampoco creo que mereciera la pena utilizarlo, ya que sería bastante ofensivo basar una política de prevención en pedir a las mujeres que actúen de forma que sus agresores se fijen en otra posible víctima, pero es que no existe. Y eso explica el punto siguiente.

3.- Completa desconexión de la realidad. La realidad, como demuestran unánimemente todos los estudios hechos hasta la fecha, es que sólo una minoría de agresiones sexuales tiene lugar por parte de desconocidos. Y estos consejos parten precisamente de la idea contraria: parecen concebir un violador que espera en la calle a que pase una mujer con pelo largo y falda, sin paraguas, a unas horas determinadas y en unos lugares determinados. Cuando se cumplen todas las condiciones ataca. Y ello no es así en absoluto. La triste realidad es que los agresores sexuales son hombres normales que violan a quienes tienen cerca por razones personales, no locos que aguardan en la calle. ¿De qué le valen estos consejos a la mujer que es agredida por un conocido con el cual no quiere mantener relaciones sexuales, o a la niña de la que abusa su padre, o a la mujer no heterosexual que recibe una “violación correctiva”?

4.- Instrumento para reprimir a la víctima. Los nueve primeros consejos inciden sobre muchos aspectos de la vida de la víctima: su estilismo, las horas a las que pasa por la calle, los lugares por los que transita, la capacidad de atención y la rapidez en la respuesta. Si una mujer que ha leído estos consejos es violada por un desconocido, tiene muchas vías para culpabilizarse: “esto no habría pasado si me hubiera cortado el pelo”, “si no me hubiera quedado de fiesta hasta la madrugada”, “si hubiera ido más atenta”, “si hubiera luchado o gritado”. La culpa nunca es del agresor, sino de la víctima, que se negó a cercenar su libertad.

5.- Difusión. El décimo consejo es una llamada a la difusión mediante la apelación emocional: la lista debe enviarse acríticamente a todas partes (y así se ha hecho) porque “son cosas simples, pero pueden evitar traumas”. Menuda forma de calmar conciencias. He reenviado una lista a todos mis contactos, ya he cumplido para siempre. Nada de revisar mis acciones y creencias, aprender un poco sobre género o entender que la violación no es un problema individual. Basta con difundir basura culpabilizadora.

 

En la lucha contra las agresiones sexuales hay que tener cuidado. Es necesario saber muy bien lo que uno hace o puede causar más daño que otra cosa. Yo no dudo de que quien inventó el bulo lo haya hecho con buena intención, aunque sí es cierto que las referencias a la Policía y al supuesto estudio me hacen desconfiar, pero el hecho es que el resultado no podría ser más lamentable.

Agatha Christie y la cultura de la violación

némesis agatha cristie

Fuente: todocoleccion.net

 

La cultura de la violación es pegajosa. Uno está leyendo tranquilamente y de repente se encuentra una afirmación, un chiste o una mentira acerca de las mujeres que han sufrido este delito. Pero aparte de torcer el gesto, ¿qué vas a hacer? Seguir leyendo, claro. Al fin y al cabo, si no está ahí estará en otro sitio.

El último lugar donde he tenido que leer basura reforzadora de la cultura de la violación es en la novela Némesis, de Agatha Christie. En este libro, miss Marple recibe un curioso encargo: le será otorgado un legado de 20.000 libras si logra esclarecer un crimen. El autor de la propuesta, un hombre muerto, no le da más información, pero sí le manda pistas y aliados. Según avanza la novela se va descubriendo que la tarea de miss Marple debe ser exculpar a un hombre injustamente condenado por asesinato: en el ánimo del juez pesó que ya tuviera penas anteriores por asalto y violación.

Precisamente al hilo de esto, uno de los aliados de miss Marple (precisamente quien le cuenta la historia de la condena injusta) dice lo siguiente: Era un punto negativo, pero realicé algunas investigaciones por mi cuenta. Había atacado a una chica, era posible que la violara, pero (…) en mi opinión, basada en los numerosos casos que me ha tocado atender, distaba mucho de ser una violación. Debe usted tener presente que las muchachas están ahora mucho más dispuestas a que las violen. Las madres insisten, muy a menudo, en que lo llamen violación. La chica del caso había tenido varios amigos que habían ido más allá de la pura amistad.

Está claro, la culpa es de las madres, que tapan la promiscuidad de sus hijas con acusaciones de violación. Quiero recalcar que esto lo dice uno de los protagonistas, un aliado de miss Marple que además es criminólogo. Su afirmación nunca es rebatida ni explicada como un prejuicio propio de una educación desfasada, al contrario de lo que sí se hace con algunas opiniones de miss Marple, por ejemplo en lo referente a los extranjeros. Queda así asentada como la verdad del caso. Más aún cuando, unas páginas después, otro personaje, esta vez un abogado, se explaya sobre el mismo tema:

Todos sabemos en qué consiste hoy en día eso de las violaciones. La madre le dice a la muchacha que debe acusar al joven de violación, aunque el pobre no podía hacer otra cosa, con ella persiguiéndole todo el día para que fuera a su casa, mientras la madre está en el trabajo y el padre de vacaciones, y así constantemente, hasta obligarlo a acostarse con ella.

Toma ya. La culpa es de nuevo de las madres, ahora por partida doble: porque no saben controlar el furor uterino de sus hijas (estas madres de ahora, que trabajan) y porque cuando éstas quedan deshonradas deciden salvar el honor de la familia mediante una denuncia falsa. Las únicas víctimas aquí son los muchachos, obligados a acostarse con esas malvadas jóvenes. Respecto del caso concreto, la cosa queda así: nunca se aclara si la condena por violación fue justa o no, pero bueno, ya se sabe, las jóvenes de hoy.

Esta novela es de 1971, no de los años ’20, ’30 ni ‘40. Es, de hecho, la última novela de miss Marple. Esta fecha es reveladora. Por un lado, es lo bastante cercana al momento actual como para impedir que se piense que la cultura de la violación era algo que pasaba hace sesenta años y que ya no pasa. Por otra, es lo suficientemente lejana como para probar algo: el soniquete de las denuncias falsas, que acompaña cualquier medida que se quiera tomar contra la violencia sexual o el maltrato, no es cosa de los neomachistas del siglo XXI. No son cuatro trolls con conexión a Internet y no es un asunto de ahora. Es la cultura de la violación que se defiende, sea por boca de perfiles anónimos en Twitter o de una reputada escritora de misterio.

 

Quien quiera consultar la veracidad de las citas puede hacerlo. En mi edición (Molino, 2003) están en las páginas 110 y 132 respectivamente. En cualquier caso son los capítulos XII y XIV.

El consentimiento es sexy

Una de las primeras cosas que se aprende en el activismo antiviolación es que el delito propiamente dicho, las agresiones sexuales contra las que luchamos, son sólo la punta del iceberg. Las violaciones son, en realidad, la consecuencia lógica de un buen montón de asunciones culturales sobre cómo son y cómo interactúan entre sí los hombres y las mujeres. Estas asunciones son normativas, ya que se espera que los individuos las sigan: la violación aparece como un castigo para las mujeres que se apartan de esta norma social. Estas asunciones impregnan todas nuestra cultura (no en vano se habla de cultura de la violación) y no son cuestionadas.

Esto implica lo siguiente: apoyar a la víctima y conseguir la condena para el agresor no es suficiente. Recuerda un poco a luchar contra una hidra: cuando condenas a un violador aparecen tres más para ocupar su lugar. Es necesario ir a la fuente, atacar todas esas ideas y asunciones nunca cuestionadas que no dejan de producir violadores. En definitiva, hablar de agresiones sexuales es hablar de su reverso: el consentimiento, libre y entusiasta, para mantener relaciones.

Nuestra cultura no le da al consentimiento el valor que debe tener. No se habla del consentimiento, y si se menciona, es para referirse a él como algo que los hombres obtienen de las mujeres mediante el esfuerzo (regalos, alcohol, ligoteo), aunque todo puede frustrarse si ella no consiente en un periodo de tiempo “razonable”, convirtiéndole a él en un pagafantas. Hay tantas cosas mal ahí que no sé ni por dónde empezar, pero una de las consecuencias de estas presunciones es que llevan a quien ha “invertido” suficiente tiempo, esfuerzo y dinero a creerse con derecho a obtener el cuerpo de la otra persona, con o sin su consentimiento.

Por eso me gustan iniciativas como Consent is Sexy, que buscan poner el consentimiento en el primer plano de la relación. Ello implica no sólo consentir, sino hacerlo con ganas, libremente y sin recibir presión. Lo que se suele llamar consentimiento entusiasta. Porque el consentimiento después de insistir y vencer varios “noes” no es sincero, está viciado. Porque si tienes que argumentar, razonar y convencer para follar es que algo va muy mal. Porque la única razón para acostarse con alguien debería ser que te apetece hacerlo.

Entiéndaseme bien: no estoy diciendo que si se da el consentimiento de forma no entusiasta haya una violación. Al contrario, sigue tratándose de sexo consentido. Pero una cultura donde se considera normal obtener sexo a partir de la insistencia y la superación de las negativas es una cultura que propicia las violaciones. Una cultura que normalizara las conversaciones sobre consentimiento, fantasías y límites, por el contrario, sería una que tendría una actitud muy distinta hacia ese tema.

El otro día, hablando de esta campaña en Twitter, me dijeron algo así como que aunque el consentimiento no fuera sexy, da igual: es importante y debe respetarse. Entiendo ese punto de vista y de hecho estoy de acuerdo con él, pero la campaña no va por ahí. No adelantaremos mucho si concebimos el consentimiento como algo necesario pero molesto, que debe obtenerse porque el sexo sin él está mal pero que no tiene valor en sí. Convertir el consentimiento en una formalidad administrativa es una receta para el fracaso.

Muy al contrario, el objetivo es darle al consentimiento el valor que tiene en el juego sexual. La idea de que el consentimiento es parte del juego y de que si le faltan requisitos (por ejemplo, si no es espontáneo o entusiasta) la cosa falla tiene un gran potencial. No quiero una sociedad donde el consentimiento sea algo necesario, quiero una sociedad donde el consentimiento es algo deseable.

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